Hubo un tiempo en el que la paciencia y un bolígrafo eran esenciales para disfrutar de la música. Las cintas de casete, fieles compañeras de nuestra juventud, a menudo se desajustaban, y no había nada más común que insertar un bolígrafo en el agujerito y girarlo para rebobinar manualmente la cinta.
Era un ritual casi mágico que nos conectaba con las canciones que marcaron nuestra vida. Hoy, aunque las plataformas digitales dominan, aquel gesto sigue siendo un símbolo de la creatividad y el ingenio de una generación que vivió su música de forma más tangible.
✍ Recuerdos Nostálgicos
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