Hace tiempo que no escucho
un verso en una ventana
donde cuelgan las macetas
de primaveras lejanas.
Hoy importan más las cosas
como el dinero, o la fama,
el poder y los sobornos
que todo compran y pagan.
Pero no me importaría
ser mendigo de mi alma
y perderme en los lugares
donde crecerán las ramas
de las alamedas nobles,
o las piedras de las casas
antiguas de mil redobles
sobre caballos de plata.
Ya no se escuchan poetas
en tertulias animadas
en los cafés con las mesas
de mármoles escarlata
sobre cuatro pies de hierro
y un limpiabotas que calla,
la transparente botella
y a su lado un vaso de agua.
Es como en aquella escena
de La Colmena gastada,
cuatro hombres y un café
y un discurso del que paga,
el frío mármol de tumba
haciendo de mesa clara
donde apoyan sus papeles
los poetas de la nada.
Incluso se podía ver
entre aquella gente extraña
un orador desahuciado
y un inventor de palabras.
Ese es es el aire que añoro
con sus mujeres prestadas
al qué decir de la gente
porque un día no casaran.
Es el horror de unos pocos
que conservan las palabras
de libertad y justicia
de nuestra sufrida España.
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