Eran pequeñas pero poderosas. Esos crayones de colores intensos que no se rompían fácilmente y que nos acompañaban en tantas tardes de dibujos y creatividad. nos permitían llenar hojas enteras con arcoíris, paisajes, o esos garabatos que solo nosotros entendíamos.
No importaba si el sol los derretía un poco en la mochila o si terminaban llenos de marcas de otras pinturas; seguían siendo nuestros fieles compañeros de clase. Y quién no intentó alguna vez apilarlos como torres o sacarles punta hasta que quedaban diminutos.
Las Plastidecor no eran solo crayones, eran magia en nuestras manos, el primer paso para explorar el arte sin miedo a equivocarnos. Porque al final, lo importante no era quedarse dentro de las líneas, sino disfrutar el color.
✍ Recuerdos Nostálgicos
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