Una noche, desafiando sus miedos, Lucía apagó las luces de su habitación, encendió una vela y se colocó frente al espejo. Mirando fijamente su reflejo, pronunció las palabras prohibidas. Al principio, nada sucedió. Pero cuando se disponía a apagar la vela, notó que su reflejo sonreía… aunque ella no se estaba sonriendo.
Horrorizada, quiso apartarse del espejo, pero su reflejo se quedó inmóvil, observándola con unos ojos oscuros y profundos. De repente, el reflejo levantó la mano y apagó la vela… desde el otro lado.
Esa fue la última vez que alguien vio a Lucía. Sus padres la encontraron a la mañana siguiente, su habitación vacía, pero el espejo estaba cubierto con una sábana vieja y polvorienta. Nadie sabe qué ocurrió realmente, pero desde entonces, hay quienes aseguran que si pasas frente a un espejo a medianoche, podrías ver a alguien más observándote… aunque tú ya te hayas ido.
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