
✍COINPE/Damasco despliega fuerzas de seguridad en la provincia y hace un llamamiento a la unidad nacional, tras el anuncio de EEUU del fin de los bombardeos israelíes
El Gobierno de Siria ha confirmado un alto el fuego inmediato en la gobernación de Sueida, en el suroeste del país, tras una semana de combates sangrientos entre milicias de la minoría drusa y beduinos afines al régimen. El conflicto, que ha dejado al menos 718 muertos, incluidos 245 civiles, ha provocado una grave crisis humanitaria y ha reavivado las tensiones sectarias en una región históricamente inestable.
Según el comunicado emitido por la Presidencia siria, el objetivo es “evitar más derramamiento de sangre, preservar la unidad del país y garantizar la seguridad de la población”. En consecuencia, se ha ordenado el despliegue de fuerzas de seguridad internas para asegurar el cumplimiento del cese de hostilidades y restablecer el orden público.
La decisión ha llegado poco después de que Estados Unidos anunciara que Israel cesará sus bombardeos en la zona, operaciones que el Ejército israelí justificaba como un intento de proteger a la población drusa, también presente en territorio israelí. Este gesto ha contribuido a una tregua frágil, tras jornadas de violencia particularmente intensa en los alrededores del oeste de la ciudad de Sueida.
El portavoz del Ministerio del Interior sirio, Noureddin al Baba, confirmó que las fuerzas de seguridad comenzaron su despliegue en la provincia “bajo órdenes directas de la Presidencia”, con el fin de proteger a los civiles y poner fin al caos. El Gobierno ha reiterado que continuará sus esfuerzos para restaurar la seguridad y la estabilidad en la zona.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos ha ofrecido un balance desgarrador: 718 muertos en una semana, entre ellos 146 combatientes drusos, 287 efectivos del régimen, 18 beduinos —tres de ellos ejecutados por milicias drusas— y al menos 165 civiles ejecutados sumariamente por fuerzas afines al Gobierno, según la organización.
Las hostilidades comenzaron tras años de tensiones entre la comunidad drusa, tradicionalmente opuesta al Gobierno central, y las tribus beduinas leales a Damasco. El conflicto ha dejado al descubierto la fragilidad del tejido social sirio, profundamente marcado por su diversidad étnica y sectaria.
En su mensaje final, el Gobierno sirio ha apelado a “la integración de todas las comunidades” en un Estado unificado y ha insistido en que Siria es un país para todos sus ciudadanos, sin distinción de sectas ni afiliaciones. Una afirmación simbólica, pero difícil de materializar en un país donde las divisiones continúan arraigadas tras más de una década de guerra.







