El asesinato de José Calvo Sotelo, ocurrido en la madrugada del 13 de julio de 1936, no fue un hecho aislado, sino el desenlace de una España dividida y al borde del colapso.
En aquellos meses, el país vivía una tensión creciente. Tras la victoria del Frente Popular en febrero, las calles se llenaron de huelgas, choques entre militantes y atentados políticos. La derecha, cada vez más radicalizada, veía a la República como un régimen incapaz de mantener el orden, mientras la izquierda temía un golpe militar que pusiera fin al sistema democrático.
Calvo Sotelo era en ese escenario una figura clave. Monárquico, brillante orador y líder de Renovación Española, se había convertido en el portavoz más duro contra el gobierno. En el Parlamento acusaba abiertamente al régimen de ser incapaz de gobernar y defendía la idea de un Estado fuerte y autoritario. Para muchos sectores de la izquierda era, sencillamente, el enemigo más peligroso.
Un grupo de guardias de asalto y militantes socialistas. Entraron en la casa de Calvo Sotelo, lo sacaron de la cama con la excusa de llevarlo a declarar y, durante el trayecto, Luis Cuenca, uno de los acompañantes, le disparó en la nuca. El cadáver fue abandonado en el depósito del Cementerio del Este.
La noticia sacudió a la opinión pública. El hecho de que un diputado de la oposición fuera asesinado por hombres vinculados a las fuerzas de seguridad del Estado se interpretó como una prueba de que el gobierno había perdido el control. La derecha lo convirtió en símbolo de martirio y en las calles de Madrid miles de personas acompañaron su féretro en un funeral convertido en manifestación política.
Este crimen, aunque no originó por sí solo la guerra, precipitó lo inevitable. Muchos militares que aún dudaban sobre el golpe de Estado se convencieron de que la República estaba sentenciada. Solo cinco días más tarde, el 18 de julio, se inició la sublevación militar que desencadenó la Guerra Civil Española.
📸 Fotografía Histórica
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