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Las redes sociales, la nueva droga del siglo XXI

 



✍ Rita Toymil, Escritora/

Llegaron como una promesa luminosa: expandir fronteras, conectar personas y democratizar la información. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa utopía digital ha dado paso a una realidad mucho más compleja. Lo que parecía una herramienta de conexión global se ha transformado, para muchos, en una adicción colectiva. Hoy, expertos advierten: estamos frente a la "droga social" del siglo XXI.

El uso masivo y constante de estas plataformas, alimentado por la presencia permanente del teléfono móvil, ha generado una dependencia que afecta no solo la salud mental y emocional, sino también la intimidad, la libertad individual y la capacidad de reflexión crítica. Las redes no solo conectan, sino que condicionan, y lo hacen a través de mecanismos diseñados específicamente para ello.

Cada "like", notificación o comentario funciona como una dosis de dopamina. Se activan resortes psicológicos que mantienen al usuario enganchado, respondiendo a estímulos creados para captar su atención y moldear su comportamiento. En este ecosistema, la búsqueda de aprobación se convierte en necesidad, y la ansiedad, el miedo o la baja autoestima pasan a formar parte del paisaje cotidiano.

La manipulación emocional, la desinformación y la distorsión de la verdad son efectos colaterales que no pueden pasarse por alto. La superficialidad del contenido, la validación social y la priorización de lo instantáneo sobre lo auténtico, son prácticas cada vez más frecuentes que debilitan el pensamiento crítico, refuerzan la polarización y dificultan la introspección.

Mientras los usuarios consumen contenidos, también son productos: sus datos personales, hábitos de navegación y preferencias, que se transforman en mercancía. Todo, bajo una vigilancia constante, operada por algoritmos que definen qué se ve, qué se ignora y qué se viraliza.

Hoy ya existe una conciencia creciente sobre cómo estas plataformas capturan nuestra atención. Y aunque han permitido el acceso a la información y la comunicación de manera inédita, su uso excesivo se presenta como un problema de salud pública si no se establecen límites claros.

Frente a este panorama, los especialistas insisten en la urgencia de una alfabetización digital que permita un uso más consciente, responsable y equilibrado. No se trata de demonizar las redes, sino de comprender sus mecanismos y establecer hábitos que prioricen el bienestar individual y colectivo.

La conectividad no puede convertirse en una obsesión. Si no se toman medidas, la promesa de libertad y conexión acabará siendo una realidad de dependencia y desgaste emocional. El desafío actual es transformar esta herramienta de alto voltaje en un espacio saludable, al servicio de la sociedad, y no a costa de ella.


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⚠ Nota del Periódico de Baleares
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente a su autor o autora colaborador(a) y no reflejan necesariamente la postura editorial del Periódico de Baleares.