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🕯️ Relatos Sobrenaturales: El Poltergeist de Enfield — La casa de Green Street (1977–1979)



Una historia real con más preguntas que respuestas

La casa del 284 de Green Street parecía normal hasta que, una noche de agosto de 1977, Peggy Hodgson oyó un golpe seco en la habitación de sus hijas. No era el crujido de una pared vieja ni el portazo del viento. Al acercarse, vio cómo una cómoda se deslizaba sola unos centímetros, como si algo la empujara desde dentro. Janet y Margaret, con los ojos muy abiertos, juraron que los muebles llevaban días moviéndose y que, a veces, objetos pequeños salían disparados desde la oscuridad.

Los ruidos se hicieron costumbre: golpes rítmicos en la pared, pasos que cruzaban el pasillo cuando todos estaban en la cocina, juguetes que aparecían en lugares imposibles. Una noche, llamaron a la policía. Una agente entró en el salón, tomó nota y, de pronto, una silla se desplazó sin que nadie la tocara. Lo dejó por escrito: había visto moverse el mueble y no encontraba explicación.

Con la casa ya en boca de todo el barrio, llegaron Maurice Grosse y Guy Lyon Playfair, de la Society for Psychical Research. Colocaron grabadoras por todas partes. En las cintas quedaron golpes, susurros y, más tarde, una voz áspera que decía llamarse “Bill”. La voz parecía salir de Janet, aun cuando su cuerpo no se movía como lo haría al hablar normalmente. Los investigadores acumularon cientos de horas de audio; cada vez que creían entenderlo, ocurría algo distinto.

La prensa entró en escena. Un fotógrafo captó a Janet en el aire sobre la cama en una serie de imágenes que recorrieron el país. Para muchos era la prueba definitiva; para otros, una acrobacia. Y ahí nació la gran duda: algunas veces las niñas reconocieron trastadas; pero ni siquiera esos reconocimientos lograban explicar todo lo que vieron vecinos, periodistas y los propios investigadores.

Con el tiempo, los golpes se espaciaron y la casa recuperó el silencio. Hacia 1979, la actividad casi había desaparecido. La familia siguió adelante y Enfield quedó como un nombre escrito al margen de la vida cotidiana de Londres. Quienes pasaron por aquella casa recordaron siempre esa mezcla incómoda de miedo y asombro. Como si, durante un par de años, algo hubiera decidido responder desde el otro lado de la pared.


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