✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/
Hoy, en el silencio de mi cumpleaños, me descubro contemplando los años que han pasado como páginas escritas en un libro que nunca se detiene. Cada día vivido ha dejado una marca, y cada recuerdo es como una estrella que ilumina la vastedad de mi memoria.
Hay personas amadas que ya no caminan conmigo en este mundo físico. Sus voces se han apagado en la realidad, pero resuenan en mi interior con la fuerza de lo eterno. Siguen aquí, en mi corazón y en mi alma, como raíces invisibles que me sostienen en los días de viento. Otras personas, en cambio, las dejé ir, porque entendí que la vida también se trata de elegir quién merece un lugar en nuestro camino.
Hubo un tiempo en el que crucé un desierto. Caminé bajo un sol implacable, sediento de un oasis que fuera refugio, sombra y consuelo. Y lo encontré, no en la geografía exterior, sino en la certeza de que mi fuerza siempre estuvo en mí. Fue entonces cuando comprendí lo que decía Friedrich Nietzsche:
“Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.
Hoy, al mirar alrededor, descubro que me rodean las personas que quiero y que me quieren. Y en un mundo lleno de espejismos, donde muchos persiguen brillos falsos, yo abrazo esta verdad como un tesoro: estar rodeado de afecto genuino es un milagro. Como enseñaba Marco Aurelio:
“La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos”.
Si estás en mi vida, si formas parte de mi círculo más íntimo, siéntete afortunado: no llegaste aquí por casualidad, sino porque la decisión mutua nos unió. No hay azar en los vínculos verdaderos, sólo elecciones conscientes que se sostienen en el tiempo.
Y aunque mi recorrido profesional me ha llevado a ser Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de la Asociación de Medios de Comunicación y de otras entidades, hace mucho que elegí buscar el anonimato. Comprendí que la verdadera grandeza no está en la exposición, sino en la humildad de lo auténtico. No pensaba escribir nada hoy, pero sé que este escrito puede tocar corazones, y si ayuda aunque sea a una sola persona, habrá cumplido su propósito. Como dijo Mahatma Gandhi:
“La mejor manera de encontrarte a ti mismo es perderte en el servicio a los demás”.
Con mi último libro, El Fénix Renacido, quise mostrar precisamente eso: que aun después de las cenizas, se puede renacer. No sólo se trata de levantarse, sino de elevarse más alto de lo que uno jamás imaginó. He comprendido que la vida no nos pide perfección, sino valentía.
Sé que algunas personas en esta vida dejarán huella porque se atrevieron a hacer algo por otros. Yo siento que ya he puesto mucho de mí en ese camino, pero también sé que siempre es posible dar más. En eso pienso cuando recuerdo a Martin Luther King Jr.:
“La medida de un hombre no está en cómo se comporta en momentos de comodidad, sino en cómo se mantiene en tiempos de desafío y controversia”.
Hoy no celebro únicamente un año más, celebro la resistencia de mi espíritu, la luz de los que me acompañan y la memoria de los que partieron. Celebro haber atravesado desiertos y encontrado oasis, haber caído y haberme levantado, haber perdido y aún así seguir amando.
Hoy brindo no por lo que fui, ni siquiera sólo por lo que soy, sino por lo que aún puedo ser. Porque mientras el corazón siga latiendo, mientras el alma siga ardiendo, siempre habrá espacio para crear, amar y dejar huella.
Y en este instante, mirando hacia atrás y también hacia adelante, confirmo lo que alguna vez dijo Gabriel García Márquez:
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Que cada año que pase me encuentre más humano, más libre, más entregado. Porque los espejismos se desvanecen, pero las huellas en el corazón… ésas permanecen para siempre.
FJCN








