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El doble discurso de Pablo Iglesias e Irene Montero: comunismo para el pueblo, privilegios para sus hijos


 ✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/

Pablo Iglesias e Irene Montero: del comunismo de salón al colegio de 500 euros al mes

Si la política fuese una obra de teatro interminable, Pablo Iglesias e Irene Montero serían los actores indiscutibles. Esos mismos que durante años han llenado mítines y platós proclamando que la educación pública es la única vía justa para la igualdad, han decidido que sus hijos estudien en un colegio privado de Las Rozas, donde cada familia suelta alegremente 500 euros mensuales. Claro, la revolución es muy bonita… siempre y cuando los tuyos no tengan que compartir pupitre en un centro público de barrio.

Resulta paradójico que quienes defienden la educación pública como el pilar de la igualdad, quienes acusan a otros partidos de favorecer a las élites, se permitan a sí mismos el lujo de dar a sus hijos una educación fuera del sistema estatal. Mientras tanto, siguen vendiendo la imagen de líderes cercanos al pueblo, enemigos de los privilegios, defensores de los más desfavorecidos.

El mensaje de Podemos, partido que presume de ser la voz de los humildes, los sin voz, los oprimidos por el capitalismo, se estrella de bruces contra la realidad: sus líderes viven en urbanizaciones de lujo, disfrutan de chalets de revista y se pasean con el último modelo de móvil mientras sermonean al resto sobre austeridad y justicia social. Comunismo para los demás, privilegios para mí.

Porque, seamos claros: ¿qué es más revolucionario que pagar una mensualidad privada mientras se exige a los demás que defiendan a ultranza lo público? ¿Qué es más coherente que acusar a la derecha de vivir como ricos… mientras tú mismo te codeas con ellos en la misma urbanización?

Lo cierto es que Iglesias y Montero representan la figura perfecta del chupetero profesional de la política: aquellos que viven del cuento revolucionario, que convierten la pobreza ajena en su mejor negocio, que hablan de cambiar el mundo… siempre que el cambio no implique renunciar a sus propios privilegios.

¿Acaso no resulta cómico escuchar a quienes citan a Marx y a Bolívar mientras practican un estilo de vida más cercano a un influencer de Instagram que a un dirigente obrero? La imagen del político con puño en alto se desdibuja rápidamente cuando se aparca un SUV híbrido de alta gama a la puerta de un colegio privado con cuota de oro.

Al final, Iglesias y Montero nos regalan la mejor lección posible, aunque probablemente no era la que querían dar: que el comunismo de salón siempre acaba en lo mismo, un discurso incendiario para el pueblo y una vida cómoda y privilegiada para el líder.

El contraste es evidente: predican la pobreza digna para la ciudadanía, pero practican el lujo discreto para ellos mismos. ¿Dónde queda la famosa “coherencia política”? ¿Con qué legitimidad pueden seguir señalando a los demás cuando sus propias decisiones los delatan?

La diferencia es que ahora ya ni se molestan en disimular.



FJCN