En la antigua Roma, la higiene bucal era muy importante, y una sonrisa blanca y brillante era un símbolo de belleza. Aunque nos parezca asqueroso, los romanos usaban la orina como un enjuague bucal por una razón muy práctica: contenía amoníaco.
El amoníaco es un compuesto químico con potentes propiedades blanqueadoras y limpiadoras. Hoy en día se usa en muchos productos de limpieza para el hogar, y los romanos descubrieron su efecto para mantener sus dientes blancos.
Este uso de la orina era tan común que incluso se creó un mercado para ella. Se vendía en grandes ánforas e incluso se importaba. Curiosamente, la orina de Portugal era considerada de la más alta calidad y era muy valorada. En un giro aún más sorprendente, los emperadores romanos Nerón y Vespasiano llegaron a imponer un impuesto a la recolección y venta de orina, ¡convirtiéndola en una valiosa mercancía! Así que, aunque suene repugnante para nosotros, para los romanos era una solución ingeniosa y efectiva para su salud e higiene.
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