La inteligencia no es solo cuestión de genética
Aunque una parte de la inteligencia se hereda, no todo depende de los genes. Los científicos han comprobado que el entorno, la educación, la alimentación y los estímulos mentales influyen enormemente en el desarrollo intelectual.
El cerebro es un órgano flexible: las conexiones neuronales se fortalecen con la lectura, el aprendizaje, la curiosidad y los desafíos. Por eso, quienes mantienen su mente activa desde jóvenes, leyendo, estudiando o aprendiendo cosas nuevas, suelen desarrollar una inteligencia más práctica y creativa.
También influyen factores como el descanso, la gestión del estrés y la nutrición, ya que el cerebro necesita energía, oxígeno y equilibrio químico para funcionar al máximo.
En resumen: la inteligencia no es un don fijo, sino una capacidad que se entrena, se estimula y se cuida.
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