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La Casa Blanca define una estrategia que combina presión económica, alianzas selectivas y presencia armada para reforzar su influencia global
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos traza un giro significativo en la política exterior del país, articulado en torno a tres ejes: el uso de aranceles, la firma de acuerdos comerciales recíprocos y un mayor despliegue militar para hacer frente a amenazas consideradas prioritarias. El documento, presentado por la Administración estadounidense, sitúa estos instrumentos como pilares de una doctrina que busca recuperar la predominancia global de Washington.
Según el texto, la diplomacia económica pasa a ocupar un papel central. La Casa Blanca plantea recurrir a medidas arancelarias y a pactos comerciales que favorezcan relaciones “equilibradas y beneficiosas” para impulsar la competitividad nacional y contrarrestar la influencia de actores considerados estratégicamente rivales.
En paralelo, la estrategia prevé un incremento de la presencia militar, con especial atención a operaciones destinadas a combatir el tráfico de drogas, frenar la migración irregular y asegurar corredores marítimos y terrestres clave para los intereses estadounidenses. Washington afirma que estas acciones se desarrollarán en coordinación con sus principales aliados del hemisferio occidental.
El documento también subraya la intención de fortalecer alianzas existentes y de tejer nuevos vínculos con países que compartan intereses económicos y de seguridad. Este enfoque pretende ampliar el radio de acción diplomática y reforzar la capacidad de influencia de Estados Unidos en regiones consideradas volátiles o estratégicamente sensibles.
La Administración sostiene que esta combinación de coerción económica, cooperación comercial y proyección militar constituye una respuesta “realista y necesaria” al contexto internacional actual, marcado por la competencia entre potencias y por la emergencia de nuevas amenazas transnacionales.








