Los cactus son uno de los ejemplos más sorprendentes de adaptación al medio ambiente. Estas plantas, que prosperan en desiertos extremadamente secos y con cambios bruscos de temperatura, poseen mecanismos únicos que les permiten sobrevivir largos periodos sin lluvia, incluso durante meses.
La clave está en su anatomía y metabolismo. A diferencia de la mayoría de las plantas, los cactus han transformado sus hojas en espinas, reduciendo casi por completo la pérdida de agua por evaporación. Su tallo grueso y verde, recubierto por una capa cerosa, actúa como un gran depósito hídrico, capaz de almacenar miles de litros en algunas especies de gran tamaño.
Pero su verdadera especialización está en la forma en que respiran. Los cactus utilizan un proceso metabólico llamado CAM (Metabolismo Ácido de las Crasuláceas), que les permite abrir sus poros llamados estomas únicamente por la noche, cuando la temperatura es más baja y la evaporación es mínima. De este modo capturan dióxido de carbono sin perder agua, un mecanismo excepcional dentro del reino vegetal.
Además, sus raíces se extienden de forma superficial pero muy amplia, listas para absorber rápidamente incluso la menor cantidad de humedad del suelo o del rocío matinal. En épocas de escasez, el cactus reduce su actividad interna al mínimo, utilizando las reservas almacenadas en su tejido para mantenerse vivo.
Gracias a esta combinación de almacenamiento, eficiencia metabólica y estrategias de supervivencia, los cactus se han convertido en verdaderos expertos en resistencia, capaces de vivir en entornos donde pocas especies podrían prosperar.
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