Durante mucho tiempo se creyó que Homo sapiens había reemplazado por completo a otras especies humanas sin mezclarse con ellas. Sin embargo, los estudios genéticos más recientes revelaron algo mucho más sorprendente: no fuimos la única humanidad viva, ni caminamos solos por la Tierra.
Cuando los primeros Homo sapiens salieron de África hace decenas de miles de años, se encontraron con otras especies humanas como los neandertales en Europa y los denisovanos en Asia. Lejos de desaparecer inmediatamente, estas especies convivieron, compartieron territorios y tuvieron descendencia entre sí. El resultado de esos encuentros todavía vive hoy dentro de nosotros.
Actualmente, la mayoría de las personas fuera de África posee entre un 1 % y un 4 % de ADN neandertal. En algunas poblaciones de Asia y Oceanía, también existe ADN denisovano, el cual está relacionado con adaptaciones sorprendentes, como la capacidad de vivir en regiones de gran altitud con poco oxígeno. Incluso ciertos genes heredados de estas especies humanas extintas fortalecieron nuestro sistema inmunológico y nos ayudaron a sobrevivir en ambientes nuevos y hostiles.
Lo más fascinante es que, aunque esas especies desaparecieron como poblaciones independientes, no se extinguieron por completo. Una parte de ellas continúa existiendo en cada célula de millones de personas actuales. Por eso, desde el punto de vista biológico, Homo sapiens no es una especie “pura”, sino una mezcla de varias humanidades antiguas.
En cierto sentido, cuando miramos a la humanidad actual, no estamos viendo a la última especie humana sobreviviente, sino el legado vivo de todas las demás.
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