✍️ Francesc Jusep Bonnín: Agente de Prensa, cantautor, escritor, poeta, músico y pintor/
Efectivamente, y no pasa nada. Te despiertas de mañana pensando, y no pasa nada, estoy a salvo de todo, tengo un techo, la nevera y la despensa llenas, mi barrio sigue en la paz y la calma de siempre, la tertulia con mis buenos vecinos en el bar de la esquina sigue como un ritual mañanero.
Me espera el café matutino, humeante, cuyo aroma se evade de la taza hacia un espacio absolutamente incierto, mientras, repaso la lista de la compra. Todos los supermercados atiborrados de alimentos y demás productos están a mi alcance, a apenas cien metros de donde estoy sentado saboreando ese café.
Parece todo transcurrir como estaba previsto, como cada día, tosca la mañana, sin prisas ni agobios Y me reafirmo en que nunca pasa nada.
El cielo se deja llover, es invierno, normal que llueva, pero la calle toma otro color si cabe más entrañable. Se acerca la Navidad.
Y me da la sensación de que estamos seguros, a salvo de todo, o eso creemos, porque estando en estas sensaciones, se siguen haciendo pruebas con misiles, la muerte asoma por la pequeña pantalla a todo color en las notícias de la noche, mientras seguimos cenando al resguardo de nuestro hogar, de nuestra casa. Y no pasa nada.
Pero sí pasa, porque cuando estamos cenando vemos en imágenes como las gentes mueren de hambre, sobre todo niños y niñas, huérfanos de todo, no solo de necesidades básicas, sino de esperanzas y de futuro, un futuro para ellos y ellas incierto.
Y mueren además por la sed de venganza, hombres y mujeres, a manos de los sicarios de la pasta y el poder, las religiones que matan o de las ideologías fanáticas y absurdas.
La noche nos trae de la mano otra nueva mañana, en la que dejamos el calor de las sábanas oliendo todavía a suavizante, y volvemos al consabido café en el bar de nuestro barrio, antes de emprender un día más del trabajo que nos da el pan y la tranquilidad. Olvidándonos de lo que vimos anoche, y pensando que eso ocurre lejos de casa, menos mal, porque en mi barrio casi nunca pasa nada.
Mientras eso pasa por nuestra mente, los políticos no aciertan a protegernos, las estúpidas guerras siguen matando en busca de más dinero y más poder, para controlar todo y a todos, frotándose las manos los fabricantes de armas para quitar vidas. Lo más preciado del ser humano.
Y se me antoja un poema para acompañar este artículo, dice así:
En el respeto a cada uno,
a cada vida que anda,
o respira, o deambula,
se nos perdió la mirada.
Pero seguimos pensando,
“es igual no pasa nada”
porque al mirarte al espejo
no ves nunca a nadie más,
y seguimos al compás
que marca la indiferencia,
convertida en una ciencia
excluyendo a los demás.
¿Por qué tantos niños lloran?
¿Por qué se esconde la gente
ante este mundo indecente
de violencia y de temor?
¿Quizás por falta de amor,
o por falta de empatía?
Eso oí que le decía
un vagabundo al “Señor”.
Nadie se pone de acuerdo,
nadie es capaz de algún gesto,
y otros juegan sin mirar
con cosas que al maltratar
se nos quedan sin repuesto.
Fácil es desviar miradas
y mirar para otro lado,
y obviando gente olvidada
seguimos en el cenar
al calor de nuestro hogar,
¡que aquí esto, no va a llegar
porque nunca pasa nada.
Que disfrutéis tanto la prosa como el verso de este escrito, mis queridas y queridos puntitos del Universo.
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