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A todas las madres del mundo


 

✍Rita Toymil/ Escritora

En su mejor celebración y especialmente a todas aquellas que hoy sufren por cualquier causa

Difícil pretender decir algo nuevo para celebrar la maternidad, el acto más difícil y generoso conocido, en el que se nos concede el regalo de la vida y que deviene en hecho natural donde las madres cambian su dinámica de “ser” por la de “hacer”.

Pero sin pretender decir todo —porque sería imposible—, hoy es oportunidad para hacer juicio de sus virtudes más importantes y así merecerlas en la deuda que tiene cada hijo con la profesión que ellas asumen sin lecciones previas y a la que se consagran en el transcurso de su vida.

Entonces comienza el camino del aprendizaje y, sin pretenderlo, se convierten en pozo profundo de sabiduría y sacrificio, llegando a tener el valor de todos los maestros.

Desde entonces “parasitamos” y, aunque el cordón se rompa, el vínculo es indestructible y necesario. El diálogo biológico traspasa el umbral materno y queda establecido en la dimensión común que ellas asumen en clave de servicio.

Y en ese intercambio congénito se convierten en soporte imprescindible y afecto real que no nos abandona nunca, dando testimonio de su espíritu misionero en la abnegación, la entrega y la generosidad.

Llegan a comprender como nadie el significado de nuestros ruidos y silencios, y casi siempre lo mejor de cada uno es lo que hay de ellas en nosotros.

Son únicas al experimentar, fuera del amor propio, otro más poderoso, y renuncian a su felicidad por la nuestra. No hay nada más altruista. Se convierten en faro, guía y ejemplo para quienes a su lado somos pequeños y frágiles discípulos en actitud de imitación. Si llegamos algún día a la mitad de su grandeza, la ley natural habrá quedado bien cumplida y seremos su mayor razón de orgullo.

Dios les ha confiado la continuidad y bienestar de la humanidad. Solo ellas saben testimoniar “el don de dar en favor de otros sin miramientos”, solo por su compromiso con la ternura, la dedicación y la fuerza.

Por ello, aun cuando ya no están, jamás experimentamos la orfandad, porque su acompañamiento espiritual es eterno.

Como buenos hijos, tenemos inscrito el ejemplo de la maternidad bien ejercida y, en su mérito, hoy bendecimos su fuerza motora en la familia y brindamos por ellas, que serán siempre nuestro mejor regalo.




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2 Comentarios

  1. Mujer virtuosa. Gran meditación.. y como bien dices siempre las madres nos acompañan .Un abrazo .feliz dia

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  2. Muchas gracias amiga x tan lindo escrito siempre me impresionante tus escritos pues pones todo lo lindo de tu persona.te queremos

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