La corrupción en la esfera política y social ha sido un tema de gran preocupación en los últimos años. Hay múltiples casos que han afectado la confianza de la ciudadanía en las instituciones y en la integridad de algunos actores políticos y económicos.
Escándalos relacionados con malversación de fondos, sobornos y favoritismos en diferentes niveles del gobierno, prácticas como el fraude fiscal, la manipulación de licitaciones públicas y la influencia indebida en decisiones administrativas, dan cuenta de desorden y falta de integridad de un gobierno que pierde día a día credibilidad, mientras se genera un ambiente de inseguridad y desconfianza en el futuro.
Pero el descontento social va más allá. La pérdida de confianza en España lo es en los políticos en general, de cualquier partido, de cualquier color, porque la desconfianza es en las instituciones y en quienes las representan. El pueblo empieza a dar sensación de desgaste y desconexión con el sistema democrático.
La gran mayoría tenemos la percepción de que nuestros políticos, lejos de ser honestos y estar comprometidos con el bien común, solo buscan sus propios intereses.
Aun cuando nuestro nivel de corrupción no es el más alto de Europa, para España se convierte en una prioridad y un desafío fortalecer la transparencia y la lucha activa contra la impunidad, el único camino hacia el desarrollo equitativo y sostenible.
Además del compromiso de los líderes, se necesita una ciudadanía activa que exija transparencia y justicia. Que sea capaz de poner en jaque todo aquello que pugne con la dignidad de un pueblo.
Porque la grandeza de una nación reside en su capacidad de restaurar la luz de la honestidad y la transparencia.
En el alma de nuestra nación española tiene que escucharse el canto de resistencia contra la corrupción. Hemos de ser un coro de conciencia, valentía y fe en la luz de la verdad y la bandera de la justicia.
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