✍️ Tomeu Pizá — Abogado, Economista y Profesor/
No podía ser otro que el de Calvià. Resulta espeluznante que este municipio, en el que tarde o temprano caerán sobre él las “Diez Plagas de Egipto” —puesto que se hace acreedor de todas ellas sin excepción, tal vez más—, viva una situación así.
La carencia de sensibilidad en sus responsables municipales se hace patente día sí y día también.
No solo esto: resulta más duro apechugar con el desprecio que encajar el nepotismo, la corrupción y la desgana en prácticamente todos sus encargados de áreas municipales. Sin humanidad, sin sentimiento, con la exclusiva prioridad de su imagen, su ego y sus intereses personales y familiares.
Para rematar la situación, la frustración de los vecinos y demás observadores se puede comprobar en una asquerosa apatía por parte de sus superiores políticos, aquellos que, como ellos mismos, batallan únicamente para conseguir una cuota de protagonismo en sus partidos. Obvian los hechos en sus filas, hacen la vista gorda y sueñan exclusivamente con la consecución de votos llegado el momento. Deleznable.
Cuando debería primar el espíritu de servicio, la aptitud, la dedicación y la voluntad para conseguir el bienestar de sus ciudadanos, se logra justo lo contrario. ¿Qué ocurre con ellos? ¿Cómo se puede ser tan ruin y alcanzar un grado tan alto de dejadez en aquello por lo que cobran? Pasan sin más, ignoran los sentimientos, la dignidad, la respetabilidad y el honor de los contribuyentes.
Este miércoles tuvo lugar en el tanatorio y cementerio municipal un velatorio y exequias de un calvianer muy querido, no solo en el pueblo sino también fuera de su término municipal: una persona fallecida de forma repentina con apenas 53 años. Con familia muy apreciada a la que ha dejado con el lógico pesar y dolor.
Formaba parte en dos colectivos que siempre reaccionan en estos casos como una piña: era taxista, respetado y querido, no solo en Calvià. Sin embargo, Miguel Ángel “Chino” contaba con una estima especial como comisario de rally, dedicación que demostraba su amor por los automóviles. Con razón se hacía querer en ambos lados; su bondad lo hacía excepcional.
Es por todo esto que su despedida ocasionó una afluencia numerosa. Con la rotación propia en estos casos, no bajaba el número de presentes de 140 personas y seguramente más de 200 ofrecieron sus condolencias a la familia. La gente del taxi y de los rallies es muy solidaria: sobradas razones tienen por lo complejo de su profesión.
Un sol abrasador, calor extremo, amigos y familiares mayores e incluso los más jóvenes sufrieron y sudaron tinta china. Ni un triste aparato de aire acondicionado, ni una fuente de agua, ni máquina expendedora de refrescos. Nada de nada.
En todo un municipio con un presupuesto de 122 millones de euros, más preocupado por el buen funcionamiento de los chiringuitos de playa que por cuidar de sus ciudadanos, amigos y familiares. Capaces sus autoridades de repartir comida en mal estado, de retirar la bandera roja en las playas para no ahuyentar al turismo aun con riesgo de vertidos. De incumplir la normativa en jornadas de alto riesgo de incendio, organizando fiestas a pocos metros de pinares con fuegos y bengalas. De apisonar zonas protegidas con fiestas folclóricas, sin importar nada más que sus intereses personales.
Despreciando la seguridad, incluso la vida de sus semejantes con sus imprudentes decisiones. Resulta censurable, deplorable y deberían exigirse responsabilidades civiles y penales.
¿Tienen conocimiento de cuántas personas se desmayaron durante el velatorio? ¿De los viajes que algunos samaritanos tuvieron que hacer para repartir agua? ¿Del caos por la falta de aparcamiento? ¿Dónde estaban los representantes municipales para arropar a la familia y amigos? ¿Por qué no acudió la policía local para ordenar el caos?
El regidor de Movilidad —y un largo etcétera de más áreas de las que es “responsable”— parece tener limitada su actividad a salir en alguna foto festiva. Nunca enfrentando conflictos, nunca apoyando situaciones que lo necesitan, nunca dando la cara. Patético.
Va siendo hora de que se cierre el caso más sonado de este municipio, pero la investigación destapa tanta podredumbre que parece una historia interminable. El cuento del nunca acabar.
El tiempo y la paciencia se agotan; no al investigador, sino al propio municipio, donde el eje siempre es el mismo: un “clan”, una banda muy bien organizada desde hace años.
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