✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/
El relato épico que naufragó en el Mediterráneo
La llamada Global Sumud Flotilla, liderada por Ada Colau, Greta Thunberg, la concejala de Podemos en Palma Lucía Muñoz y otros activistas de la izquierda trasnochada, pretendía convertirse en un gesto histórico: llevar ayuda humanitaria a Gaza y romper el bloqueo israelí. Se presentaba como la mayor misión civil del siglo, con 30 barcos y participantes de más de 40 países.
Pero la realidad fue otra: averías, mareos, mal tiempo y una improvisación grotesca que obligaron a regresar varias veces al puerto de Barcelona. En cuestión de días, la mitad de los barcos habían abandonado la expedición. El supuesto “desafío histórico” acabó convertido en bochorno internacional.
Escala festiva en Menorca y Mallorca
La travesía, que debía ser un viaje épico de resistencia, terminó pareciéndose más a una ruta turística. La flotilla realizó una parada en Menorca para “comprobaciones técnicas” y “descanso de la tripulación”, aunque en redes circularon imágenes y comentarios que apuntaban a una auténtica fiesta en una cala menorquina, con selfies, música y buen ambiente.
Posteriormente, también hicieron escala en Mallorca, lo que aumentó las críticas: ¿se trataba de una misión humanitaria o de unas vacaciones en el mar? Usuarios de redes sociales ridiculizaron la expedición con frases como: “Iban a enfrentarse a Israel en Gaza y no pasaron de Menorca” o “Solidaridad con escala en calas paradisiacas”.
Activismo de escaparate
La opinión pública, incluso en medios afines, empezó a ver el viaje como un postureo humanitario. El editorial de ABC lo calificó de “folclore con chaleco salvavidas” más que de misión real. Columnistas de Okdiario hablaron de “storytelling activista”, donde cada mareo y cada ola eran convertidos en drama épico para las cámaras.
El ridículo aumentó cuando se supo que uno de los barcos, el “Alma Explorer Yacht”, había sido utilizado en el pasado para traficar con cocaína. ¿De verdad esta era la imagen de pureza y solidaridad que querían proyectar Colau y compañía?
El coste político: ¿quién paga este circo?
Las críticas no se limitaron al terreno moral o simbólico. El PP y otros partidos exigieron aclarar si parte del financiamiento de la operación provenía de fondos públicos del Ayuntamiento de Barcelona, transformando el supuesto viaje humanitario en un nuevo ejemplo de clientelismo y derroche ideológico.
Mientras tanto, en redes sociales los memes arrasaban: comparaciones con “Hundir la flota”, chistes sobre “marearse antes de zarpar” y hasta parodias de la sintonía de “Vacaciones en el mar”. El contraste entre la épica soñada y la realidad patética era demasiado evidente.
Colau, del humanitarismo al plató
La ironía final llegó con el anuncio de que Ada Colau será nueva tertuliana de TV3 nada más acabar la aventura. Una guinda perfecta: el viaje no habría sido más que la antesala promocional de su nuevo papel mediático.
De Lucía Muñoz, la concejala podemita de Palma, poco se sabe de su aportación: más presencia simbólica que otra cosa. Una participación que encaja a la perfección en este activismo de escaparate, donde lo importante no es el resultado sino salir en la foto.
Conclusión: del heroísmo impostado al ridículo internacional
La flotilla que debía romper el bloqueo de Gaza terminó rompiendo, más bien, la paciencia de quienes esperaban algo serio. En lugar de un gesto solidario, lo que quedó fue un viaje improvisado, lleno de escapadas turísticas, mareos retransmitidos en directo, barcos averiados, y una puesta en escena tan sobreactuada como inútil.
Lo que iba a ser la “hazaña del siglo” acabó como un ridículo internacional. Y mientras tanto, Gaza sigue esperando la ayuda que nunca llegó.
FJCN









