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España ante el abismo: la derecha en ascenso, la izquierda en ruinas y la urgencia de extirpar el cáncer independentista

 


✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/

El curso político arranca con un diagnóstico claro y doloroso: España está fragmentada, la derecha avanza con paso firme, la izquierda se descompone y, lo más intolerable, partidos que niegan la unidad nacional continúan ocupando escaños en el Parlamento. Esta anomalía no es síntoma de pluralidad democrática, sino de debilidad del Estado.

La derecha: entre el estancamiento y el impulso

El Partido Popular sufre desgaste, pero conserva un suelo considerable. Vox, por su parte, capitaliza el desencanto ciudadano y se presenta como la voz firme ante el derrumbe institucional. “El Estado es el más frío de todos los monstruos fríos”, advertía Nietzsche, y no le faltaba razón: cuando el Estado se convierte en rehén de quienes quieren destruirlo, deja de proteger a los ciudadanos y se transforma en su verdugo.

La izquierda: de la hegemonía a la irrelevancia

El PSOE de Sánchez se hunde, atrapado en sus propias contradicciones. Su estrategia de pactar con quienes cuestionan la Constitución lo ha debilitado hasta la extenuación. Sumar y Podemos, fragmentados y sin rumbo, rozan la desaparición. Lo que se presentó como “nueva política” ha quedado reducido a la anécdota, una izquierda radicalizada y vacía de ideas que ha perdido cualquier capacidad de movilización.

El escándalo independentista: enemigos dentro del sistema

Lo verdaderamente intolerable es que formaciones que niegan la existencia misma de España sigan recibiendo recursos públicos y representación institucional. Los independentistas vascos y catalanes actúan como parásitos de la democracia: se benefician de ella para dinamitarla desde dentro. EH Bildu, heredero directo de ETA, es el mayor ejemplo de esta perversión. Que sus siglas convivan con las de partidos constitucionales es una ofensa a la memoria de las víctimas y un insulto al pueblo español.

Como advirtió Cicerón: “El bienestar del pueblo es la ley suprema”. Bajo esa máxima, es imposible justificar la existencia de fuerzas políticas cuyo único propósito es quebrar la unidad del Estado.

Hora de dar un paso definitivo

El tiempo de las concesiones ha terminado. Los independentistas ya no deben ser árbitros de la gobernabilidad; al contrario, la nación debe dar un paso firme para que desaparezcan del tablero político. No se puede seguir tolerando que quienes proclaman la destrucción de España participen en su gobierno.

España necesita un Estado fuerte, capaz de defender sus principios y su unidad sin complejos. Como sentenció Ortega y Gasset: “España es el problema y Europa la solución”. Pero mientras el problema siga siendo alimentado por quienes buscan trocearla, la única solución será extirpar de raíz a los que, disfrazados de partidos legales, actúan como enemigos declarados de la patria.

El desafío es claro: o España pone fin a esta anomalía, o quedará condenada a ser un país permanentemente debilitado, sometido al chantaje de quienes nunca debieron tener voz.



FJCN