En el siglo XVIII y XIX, sobre todo en España y Francia, los abanicos no eran solo un accesorio para combatir el calor, sino también una herramienta de comunicación secreta.
Las damas de la alta sociedad utilizaban el llamado “lenguaje del abanico” para mandar mensajes sin palabras. Con un simple gesto podían expresar emociones o dar respuestas sin que nadie más lo notara.
Ejemplos curiosos del lenguaje del abanico
Abanicarse lentamente → Estoy casada y me siento aburrida.
Abanicarse rápidamente → Te amo con locura.
Cerrar el abanico de golpe → No me interesas / adiós.
Dejarlo caer al suelo → Te pertenezco.
Apoyar el abanico en la mejilla derecha → Sí.
Apoyar el abanico en la mejilla izquierda → No.
Cubrirse la cara con el abanico abierto → Sígueme, pero con discreción.
Apoyarlo en los labios → Bésame.
Abrirlo y cerrarlo varias veces → Eres cruel.
Sostenerlo cerrado y apretado en la mano → Estoy celosa.
Dejarlo descansar sobre el corazón → Te amo de verdad.
Mirar a alguien por encima del abanico → Queremos vernos a solas.
Contar las varillas del abanico → Te extraño.
Era un sistema sutil, elegante y discreto… digno de una auténtica red social del siglo XVIII.
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