-->
Sígueme en Facebook  Sígueme en Twitter Sígueme en YouTube Sígueme en Instagram Sígueme en Telegram Sígueme en TikTok

 


🧍‍♀️ Civismo Real: El perro, un bastón improvisado y el señor desconocido

    

✍️ Silvia Pérez — subdirectora, sanitaria, terapeuta de animales, y especialista en dietética y nutrición/

A veces, los gestos más nobles vienen de los animales que nos acompañan, e incluso de personas desconocidas

Paseaba con mi perro por el campo, camino hacia una pequeña calita. Todo iba bien, hasta que a pocos metros de llegar, un mal paso me hizo caer torciéndome el pie.
El dolor fue inmediato, y mi perro, Thor, al verme en el suelo, corrió hacia mi con la mirada llena de preocupación. Sabía que algo no estaba bien.

Intentando tranquilizarlo, le acaricié la cabeza y le dije que fuera a nadar, que no se preocupara por mi. Él dudó unos segundos, sin querer alejarse… hasta que finalmente corrió hacia el mar.
Nadó un rato, feliz, pero sin perderme ni un instante de vista.

Mientras tanto, me senté bajo un árbol, observando el mar y pensando en cómo haría para regresar hasta el coche.
Al poco tiempo, Thor salió del agua y volvió corriendo corriendo hacia mi, empapado y lleno de energía, a su manera dando las gracias por ese bañito que le había permitido. Pero entonces ocurrió algo aún más hermoso: cogió la correa con la boca y comenzó a caminar delante mía como si entendiera que debíamos irnos a casa, y a la vez animándome a caminar.

El camino de regreso no era fácil. Había muchas piedras, yo avanzaba cojeando, mientras Thor  seguía siempre delante, girando de vez en cuando la cabecita para comprobar que no me quedaba atrás.
En el trayecto nos cruzamos con varias personas. Algunas me miraban, pero pasaban de largo, sin ofrecer ayuda alguna y sin tan siquiera preguntar, cosa que me producía más dolor que el propio dolor del pie, preguntándome donde está la empatía de las personas. Sin embargo, el único que realmente estaba ahí —atento, paciente y dispuesto a ayudar— era Thor.

Seguí caminando.  El camino se hacía algo larguito, hasta que, de repente, me crucé  con un grupo de chicas que, al verme, se detuvieron y me preguntaron si estaba bien.
Les conté lo ocurrido, y ellas —aunque iban hacia el lado contrario— me ofrecieron ayuda.  Agradecida, les dije que no se preocuparan, que iría despacito hacia el coche.
Entonces, una de ellas hizo algo inesperado: cogió un palo largo, lo rompió por la mitad y me lo entregó  para que lo usara de bastón. Ese bonito gesto me dio más fuerza para seguir al ver que todavía existen personas buenas.

Con aquel bastón improvisado, seguí mi camino, paso a paso, acompañada por Thor y la sensación de haber recibido un auténtico gesto de bondad.
Y para mi segunda sorpresa, un hombre que caminaba en la misma dirección se acercó también y me preguntó si estaba bien. Era inglés.
Aunque no compartíamos idioma,  le expliqué mediante gestos que me había torcido el pie. Él asintió con empatía, ofreciéndome su brazo para que me apoyara y tomando la correa del perro, ayudándome  mientras caminábamos, haciendo paradas para preguntarme cómo seguía. Finalmente descubrimos que podíamos comunicarnos en francés, y así, el camino se hizo más llevadero.
Juntos, con Thor de guía, seguimos avanzando despacio… hasta que finalmente el hombre me acompañó hasta la puerta del coche, asegurándose de que ambos —Thor y yo— estábamos bien.
Obviamente, le di las gracias, con una sonrisa sincera y el corazón lleno de gratitud.
Y como muestra de agradecimiento, le dije que haría pública esta historia en el periódico, como un pequeño agradecimiento a la ayuda recibida, y para que nadie se olvide  que aún existen personas así y no pierdan la esperanza de encontrar un alma buena en caso de una situación similar.

Antes de despedirme, nos hicimos una foto, como recuerdo de un encuentro inesperado que transformó un día difícil en una lección de humanidad.

Ya en el coche, conduje así como buenamente pude hasta casa.
Allí, lo primero que hice fue poner el pie en agua fría para aliviar el dolor. y como no!, a mi lado Thor,  —fiel guardián y cómplice— no se apartaba de mí ni un instante. Me miraba, me daba besitos y movía la cola con suavidad, entendiendo todo lo ocurrido, pues él había sido el primer testigo. Era tanta la complicidad especial que había entre nosotros, y tan bonita,,,

Así que, desde aquí, quiero dar las gracias a Thor, mi perro, a las chicas que se pararon , preocuparon y me improvisaron un bastón con un palo, y a la persona que, con su brazo y su bondad, me acompañó hasta mi coche de manera incondicional.

Un gesto sencillo que nunca olvidaré. porque los buenos actos merecen ser reconocidos.

💬 El civismo se expresa con gestos sencillos, miradas honestas y manos que acompañan hasta el final del camino.

Gracias