-->
Sígueme en Facebook  Sígueme en Twitter Sígueme en YouTube Sígueme en Instagram Sígueme en Telegram Sígueme en TikTok

 


El conflicto del recinto ferial de Palma revela la crisis de Més y el desgaste político de Neus Truyol

 


✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/

La polémica por la ubicación del nuevo recinto ferial de Palma ha destapado mucho más que un desacuerdo urbanístico. Ha sacado a la luz la fragilidad de un proyecto político que lleva años pidiendo transparencia mientras acumula sombras, contradicciones y decisiones mal explicadas. Y en el epicentro vuelve a situarse Neus Truyol, figura central de Més el mismo partido tanto en Palma como en Mallorca que hoy critica al gobierno del PP con una contundencia que contrasta con su propio historial de gestión deficiente.

El detonante ha sido el traslado de la infraestructura desde el terreno previsto en Son Güells, donde el promotor debía ceder 28.679 m² al Ayuntamiento, a una parcela pública en Son Llàtzer. Truyol no ha tardado en calificarlo de “regalo al sector inmobiliario”, pero esta acusación repetida como mantra choca de lleno con su propia trayectoria al frente del urbanismo palmesano. Para quienes vivieron su etapa de gobierno, la escena resulta familiar: denuncias altisonantes, discursos encendidos, y una memoria selectiva que olvida que ella misma dejó proyectos sin rumbo, desarrollos improvisados y decisiones que jamás fueron explicadas con la transparencia que ahora exige.

Porque mientras Truyol acusa al PP de improvisación, urbanismo a la carta y falta de planificación, su propio legado está repleto de obras a medio terminar, ausencia de vivienda protegida, documentos incompletos, y modificaciones urbanísticas que avanzaron sin un relato claro para la ciudadanía. La falta de coherencia entre lo que ahora reclama y lo que ella hizo cuando tenía la responsabilidad es tal, que cada acusación que lanza vuelve directamente contra su figura, amplificando la sensación de doble rasero que ha marcado a Més en los últimos años.

Este nuevo conflicto ha reactivado también un debate necesario sobre el perfil ideológico del partido. Més se define abiertamente como un movimiento soberanista, independentista y catalanista. Sus afinidades políticas con formaciones de la izquierda independentista criticadas por amplios sectores sociales han generado tensiones constantes y han alimentado la percepción de que el partido prioriza su proyecto identitario por encima de la gestión pública.

Esa tensión entre ideología y realidad explica buena parte del desgaste que sufre hoy la formación: un discurso moralizante que no siempre coincide con sus propios actos, una épica independentista que choca con los problemas cotidianos de Palma, y una base electoral que observa con creciente frustración cómo se exige con dureza aquello que no se practicó cuando se gobernó.

Como si esto fuera poco, aparece en escena un episodio especialmente incómodo para Més. La Audiencia Provincial de Palma juzgará a la exalcaldesa de Petra Caterina Mas, del mismo partido, por un supuesto trato de favor a su marido durante su mandato. El juicio vuelve a situar a Més bajo el foco de la sospecha en un momento en el que intenta proyectar una imagen de pureza ética.

La coincidencia temporal entre este proceso judicial y las críticas de Truyol al PP acentúa aún más la sensación de incoherencia: resulta difícil mantener una postura de superioridad moral cuando el propio partido carga con casos abiertos y una gestión pasada que dejó preguntas sin respuesta.

A todo esto se suman las dudas históricas sobre la gestión de Son Moix, marcada por movimientos poco claros, cambios sin explicación pública suficiente y una sensación general de opacidad que nunca se terminó de disipar. Aunque no existe una causa judicial, la percepción ciudadana sigue siendo la misma: faltaron explicaciones, faltó transparencia y sobraron decisiones tomadas entre despachos.

Por eso cada vez más voces ciudadanas reclaman que el actual conflicto del recinto ferial sea revisado con absoluta imparcialidad, analizando no sólo lo que ha hecho el PP, sino también lo que hizo Més cuando tenía el control del urbanismo. La ciudad necesita saber qué se decidió, quién ganó, quién perdió, por qué se tomaron determinadas decisiones y qué intereses estuvieron realmente en juego. Y si eso implica una auditoría externa o incluso un análisis técnico-policial como piden algunos sectores, nada debería impedirlo.

Porque Palma no puede seguir atrapada en un intercambio de reproches, donde cada partido señala al otro mientras protege sus propios errores. La ciudad merece claridad, merece documentos abiertos, merece explicaciones directas y merece una política que no esté basada en relatos ideológicos sino en hechos contrastables.

En este contexto, el comportamiento actual de Truyol se vuelve especialmente difícil de sostener. Cada declaración que hace refuerza la impresión de que intenta huir hacia adelante, que intenta ocultar bajo capas de discurso identitario y victimista un pasado político lleno de sombras. Su falta de autocrítica, su incapacidad para reconocer errores y su costumbre de culpar siempre a otros han erosionado por completo su credibilidad como figura pública.

Lo que hoy se debate en Palma no es sólo dónde ubicar un recinto ferial. Lo que está en juego es la credibilidad de un proyecto político que se ha quedado sin argumentos y sin autoridad moral. Un partido Més que exige transparencia mientras arrastra incoherencias, que critica un urbanismo que en gran parte diseñó él mismo, y que pretende erigirse en referente ético justo cuando afronta uno de sus momentos más oscuros.

Y en el centro de todo, una dirigente que parece incapaz de mirar su propio reflejo. Porque, por más que quiera evitarlo, Neus Truyol se enfrenta hoy al espejo más implacable de su carrera. Un espejo que muestra contradicciones, decisiones sin justificar, discursos reciclados y un modo de hacer política que ya no convence a nadie.

La pregunta es clara:
¿Puede alguien con semejante historial presentarse como adalid de la transparencia?

La respuesta es aún más clara:
No. Y Palma ya lo sabe.

En este conflicto, Truyol no es la solución.
Es parte y no pequeña del problema.

Y si de verdad quiere hablar de responsabilidades, tendrá que empezar por asumir las suyas.


FJCN