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Vidas Invisibles: Los Kaluli, las voces del bosque tropical de Papúa Nueva Guinea

Un pueblo que canta para comunicarse con los espíritus y mantiene vivo el alma de la selva a través del sonido

Hay un lugar en el mundo donde el silencio no existe. Donde el bosque canta desde el amanecer hasta la noche, y cada sonido —una gota, una hoja, un ave— tiene un significado. Allí viven los Kaluli, uno de los pueblos más antiguos y poéticos de Papúa Nueva Guinea.

Los Kaluli dicen que el bosque está vivo. No solo por los árboles y los animales, sino por las voces invisibles que lo habitan: las de sus antepasados. Creen que los espíritus se transforman en aves y que el canto de cada pájaro es, en realidad, un mensaje del más allá.

Cuando uno de los suyos muere, los Kaluli no guardan silencio: cantan. Lo hacen durante días, entonando melodías tristes que imitan el sonido de los pájaros. Es su forma de hablar con los que ya partieron. Los llaman gisalo, y en ellos cada nota es una lágrima convertida en voz.

Su mundo está hecho de sonidos. Las mujeres trabajan en los huertos mientras los niños repiten los cantos de los tucanes. Los hombres cazan al ritmo de los grillos, y por la noche, el bosque entero se convierte en un gran coro donde nadie está solo.

Los Kaluli no tienen templos ni altares. Su templo es el bosque. Sus oraciones son los ecos que se pierden entre los árboles. Creen que si el bosque calla, el mundo termina. Por eso lo cuidan con una devoción que no necesita palabras.

Pero hoy, el canto de los Kaluli se mezcla con un ruido ajeno: el de las motosierras. La tala ilegal y la presión de las empresas madereras están destruyendo la selva que les dio vida. Algunos han tenido que marcharse, otros resisten. Los ancianos temen que, cuando el bosque se acabe, también desaparezca su voz.

Y sin embargo, cada mañana, cuando el sol apenas se asoma entre la niebla, los Kaluli vuelven a cantar. Porque mientras haya un solo pájaro en el cielo y un niño que repita su canto, el alma del bosque seguirá viva.

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