—Manténganse juntos —murmuró sin girarse.
Los pasadizos se angostaban conforme descendían, serpenteando bajo tierra como un laberinto olvidado. Las paredes estaban cubiertas de runas antiguas, algunas grabadas con una precisión impecable, otras casi borradas por el tiempo. Hermione se detuvo un instante para inspeccionar un símbolo en particular: un círculo con una línea cruzándolo en diagonal.
—Este sello… —susurró, frotando la piedra con los dedos—. No es un simple grabado, es una advertencia.
Ron tragó saliva. —Por supuesto que lo es. Todo aquí grita "peligro" a los cuatro vientos. ¿No podemos simplemente… irnos?
Antares negó con la cabeza. —Ya es demasiado tarde para eso.
Las palabras apenas abandonaron sus labios cuando un sonido reverberó en el túnel, un eco bajo, como un susurro lejano que no provenía de ninguno de ellos.
Hermione alzó su varita con fuerza. —¿Oyeron eso?
Harry asintió, su mano aferrándose instintivamente a la varita. Los susurros crecieron, enredándose en el aire como hilos invisibles que rozaban sus oídos. No eran voces individuales, sino un murmullo colectivo, imposible de descifrar.
Ron miró en todas direcciones, su pulso acelerado. —Vale, esto es espantoso. Lo que sea que esté diciendo… no me gusta.
—No están hablando —corrigió Antares en un tono grave—. Están recordando.
Harry frunció el ceño. —¿Recordando qué?
Antares pasó una mano por las runas y sus ojos brillaron con un destello extraño. —Una masacre.
Hermione sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Hace siglos, este lugar fue un santuario… —explicó Antares—. Un refugio para magos que intentaban contener un poder que nunca debió existir. Pero alguien los traicionó. Y ese poder… los consumió.
El silencio cayó sobre ellos como un manto pesado. Ron miró a su alrededor, su expresión aterrorizada.
—¿Quieres decir que murieron aquí?
Antares asintió lentamente.
—No solo murieron. Se convirtieron en parte del lugar.
Como si sus palabras hubieran activado algo, los susurros cesaron abruptamente. Un nuevo sonido los reemplazó: pasos.
Pero no eran los suyos.
Hermione sintió que el aire se le helaba en los pulmones. Algo avanzaba en la oscuridad más adelante, una sombra amorfa que se movía entre los muros como si flotara.
Harry alzó su varita. —¡Lumos Maxima!
El destello iluminó el pasillo… y entonces la vieron.
Era una figura humanoide, pero su rostro estaba envuelto en una bruma densa, como si su identidad hubiera sido borrada por el tiempo. Su cuerpo estaba envuelto en harapos oscuros, y sus manos, alargadas y retorcidas, parecían garras de sombras. Pero lo peor de todo fueron sus ojos… o el vacío donde deberían estar.
Ron retrocedió con el corazón en la garganta. —No… no puede ser…
La figura se inclinó levemente, como si los estuviera observando sin ojos. Luego, de su boca abierta, surgió un murmullo incomprensible, una voz quebrada por los siglos.
—Vosotros… no deberíais… estar aquí…
Hermione sintió un nudo en la garganta.
—¿Qué… qué eres?
La entidad se estremeció, y su voz sonó más definida, más lúgubre.
—Olvidados… Atados… Desterrados…
Harry apretó la varita con fuerza.
—¿Quién te desterró?
Un temblor recorrió las paredes. La sombra pareció retorcerse, como si la pregunta le provocara dolor.
—Él…
De repente, el túnel comenzó a vibrar. La sombra dejó escapar un grito inhumano y se disolvió en una niebla oscura que se deslizó rápidamente por los pasillos.
—¡Corre! —gritó Antares, empujándolos hacia adelante.
El grupo comenzó a correr por el pasillo estrecho, mientras la caverna entera parecía desmoronarse. Rocas cayeron a su alrededor, y el aire se llenó de polvo y sombras.
Hermione jadeaba mientras intentaba mantener el ritmo. —¿Qué fue eso?
—Un vestigio —dijo Antares sin detenerse—. Un eco de aquellos que perecieron aquí… atrapados entre el tiempo y el olvido.
Harry esquivó una roca que se desplomó frente a él. —Dijo que "él" los desterró. ¿Quién?
Antares no respondió. Siguieron corriendo hasta que llegaron a una gran sala abierta. La estructura era completamente diferente al resto del túnel: las paredes estaban cubiertas de símbolos arcanos brillando tenuemente en azul.
Ron se apoyó en una roca, intentando recuperar el aliento. —Por favor… dime que este es el camino de salida…
Pero Hermione no lo estaba escuchando. Sus ojos se habían posado en el centro de la sala, donde una estatua de piedra negra se alzaba sobre un pedestal. La figura representaba a un hombre encapuchado, con una mano extendida hacia adelante. En su palma, una esfera oscura parecía latir como un corazón vivo.
Antares la miró con expresión sombría.
—No… no puede ser…
Harry se acercó a la estatua, con un presentimiento desagradable en el pecho.
—¿Quién es?
Antares tardó un momento en responder. Cuando lo hizo, su voz fue apenas un susurro.
—El primer traidor. El que abrió el portal por primera vez…
Hermione sintió que su piel se erizaba.
—¿Cómo se llamaba?
Antares tragó saliva y exhaló lentamente.
—Se llamaba… Ozymandias.
Un escalofrío recorrió a los tres amigos. La estatua parecía observarlos, su presencia tan abrumadora que el aire se volvió helado.
Entonces, la esfera en su palma comenzó a brillar.
El pasado no solo había despertado. Ahora los estaba esperando.

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