✍Francesc Jusep Bonnín: cantautor, escritor, poeta, músico y pintor/
.La pequeña espuma que llegaba a mis pies no era, ni más ni menos, que una caricia llevada por las olas; pequeñas olas que, en una tediosa tarde de verano, venían a hacerme compañía en el embarcadero de aquella pequeña cala.
A lo lejos se vislumbraba la silueta de una barca que, a golpe de remo, se acercaba hasta donde yo estaba.
Tardó unos minutos en llegar. A bordo, un hombre muy viejo: un lobo de mar de cara enjuta, morena de sol; manos agrietadas por la sal de la mar; un marinero de pipa y timón, curtido en cien batallas contra tempestades y corsarios.
Al llegar a la orilla, donde yo permanecía sentado, no sin cierta dificultad, puso los remos a babor y a estribor de su pequeña embarcación. Asió un cabo y saltó a tierra, amarrando a un pequeño noray del pantalán su paquebote.
Me miró fijamente y me dijo:
—Buenas tardes, poeta.
—Buenas tardes —respondí, al tiempo que me quedaba perplejo por su certeza en que así era yo: un poeta.
—¿Y cómo sabéis eso, señor? —pregunté admirado.
—Lo veo en tu alma, lo leo en tus ojos y lo intuyo en tus manos. Es más… lo sé.
Yo no podía dar crédito a lo que estaba oyendo y, sin darme tiempo a reaccionar, me dijo:
—Toma esta pluma. Es de albatros. Consérvala siempre y, con ella, escribe lo que tu alma te dicte, poeta. Escribe a los amigos, al aire, a la tierra y a la mar; escribe a tus sentimientos y a tus amores, a tu paz y a tu alma.
Una pequeña ola mojó mis pies por sorpresa. Al incorporarme para dar las gracias a aquel extraño marinero de pipa y timón, me di cuenta de que había desaparecido.
Abrí los ojos y vi que todo había sido un sueño. Un bello sueño, al embate y al calor del verano, en ese embarcadero junto a esa pequeña cala.
¡Ah! Se me olvidaba: al apretar mi mano encontré en ella la más bella pluma de un albatros.
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