-->

Personaje Ilustre: Santiago Ramón y Cajal

 


Santiago Ramón y Cajal, hijo de un cirujano rural que con grandes esfuerzos llegó a conseguir el título de médico, la niñez de Cajal discurrió con penalidades en una serie de pequeñas poblaciones del Alto Aragón. Tras cursar el bachillerato en Jaca y Huesca, estudió en una modesta “Escuela de Medicina” fundada por la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zaragoza al amparo del extremado liberalismo docente implantado por la revolución democrática de 1868. Poco después de obtener el título de licenciado (1873), ganó unas oposiciones a médico militar. Estuvo ocho meses en el ejército que operaba en Cataluña contra los carlistas y, a continuación, fue trasladado a Cuba. Allí participó en la guerra colonial hasta su regreso a la Península, a mediados de 1875.

Recuperado del paludismo que había contraído en Cuba, la influencia de su padre, que le había ya, prácticamente, obligado a convertirse en médico, pesó también en su decisión de dedicarse a la docencia universitaria de la anatomía. En junio de 1877, cuando se examinó en Madrid de las asignaturas de doctorado, se relacionó por vez primera con los grupos españoles que cultivaban la histología, a través de Aureliano Maestre de San Juan y su ayudante en la Cátedra, Leopoldo López García. No se redujo a pasar el correspondiente examen, sino que inició con él una relación que pesó de modo decisivo en la fase inicial de su trayectoria científica. Estuvo en el laboratorio histológico de la Facultad, donde pudo ver por vez primera preparaciones histológicas, y el propio Maestre apadrinó su ejercicio del doctorado, para el que redactó una tesis sobre la Patogenia de la inflamación.

Le orientó después durante sus primeros años de dedicación a la histología, en los que siguió fielmente los planteamientos de Maestre. En sus memorias, Cajal le dedicó un emocionado recuerdo: “El buenísimo de don Aureliano, a quien tanto venerábamos sus discípulos [...] Fue el doctor Maestre un excelente profesor que sabía comunicar sus entusiasmos a quienes le rodeaban. Yo le debo favores inolvidables. Tras haberme apadrinado en la ceremonia de la investidura de doctor, me animó insistentemente durante mis ensayos de investigador, fortaleciendo mi confianza en las propias fuerzas. Las cartas con las que acusaba recibo de mis publicaciones constituían para mí tónico moral de primer orden”.

En la primavera de 1878, Cajal se presentó a unas oposiciones a Cátedras de Anatomía. Solamente obtuvo un voto, aunque resulta muy significativo que procediera de Rafael Martínez Molina, fundador del Instituto Biológico y uno de los adelantados de la medicina experimental en España. Volvió a fracasar en unas nuevas oposiciones a comienzos de 1880, pero finalmente, en diciembre de 1883, ganó una de las Cátedras de Anatomía de la Facultad de Medicina de Valencia. La memoria que redactó con este motivo, con el título reglamentario de Concepto, método y programa de anatomía descriptiva y general, es una fuente indispensable para conocer las ideas científicas generales que le sirvieron de base para iniciar su obra, así como la forma en la que al principio dependió de los anatomistas e histólogos españoles de las generaciones anteriores a la suya. Refleja que era ya entonces consciente de las limitadas posibilidades científicas que ofrecía la anatomía descriptiva y que, sobre unos presupuestos epistemológicos todavía imprecisos y titubeantes, había descubierto los objetivos de otras vertientes más ambiciosas de la morfología.

El conocimiento del evolucionismo y de los estudios comparados había contribuido a modificar su mentalidad, pero su interés estaba ya plenamente centrado en la histología. Su postura de fiel seguidor de la obra de Maestre de San Juan, que aparece en este texto, quedó superada tras su incorporación al ambiente de la Facultad valenciana, entonces plenamente dominado por tempranos seguidores de la morfología darwinista, encabezados por Peregrín Casanova, o de la histopatología, la fisiopatología experimental y la microbiología, como el farmacólogo Amalio Gimeno, los clínicos José Crous, Julio Magraner y Francisco Moliner, el cirujano Enrique Ferrer Viñerta, los tocoginecólogos Francisco de Paula Campá y Manuel Candela y el higienista Constantino Gómez Reig. Los cuatro años que residió en Valencia corresponden, por ello, al punto de partida de su obra de investigador.

Cajal se sintió atraído por la psicoterapia hipnótica y sugestiva, la anatomía comparada desde la perspectiva filogenética propia del evolucionismo darwinista y, sobre todo, por la bacteriología, con motivo de la epidemia colérica que padeció la ciudad en 1885 y la aplicación de la vacuna descubierta por Jaime Ferrán, a quien le unía entonces una sincera amistad, aunque disintiera de algunos de sus puntos de vista. No suele tenerse en cuenta que el duro enfrentamiento que los distanció durante casi el resto de sus vidas, se produjo más tarde, cuando ambos residían en Barcelona.

A pesar de todos estos intereses, Cajal acabó dedicándose con continuidad a la histología. Para tener idea de las condiciones en las que acometió la verificación sistemática de los saberes de la disciplina resulta inapreciable una carta que escribió el 1 de enero de 1885 a Antonio Vicent, jesuita valenciano generalmente recordado como personalidad del obrerismo católico, pero que fue también un notable biólogo que figuró entre los primeros discípulos que Cajal tuvo en Valencia. Le escribió esta carta cuando Vicent se encontraba en Lovaina, estudiando junto al citólogo Jean Baptiste Carnoy, uno de los principales defensores de la teoría reticular del protoplasma. Le habló en ella de las observaciones micrográficas que estaba realizando para su Manual de Histología, en especial de las relativas al núcleo y la membrana celulares y al tejido muscular. La aparición del Manual de Histología en ocho fascículos desde 1884 a 1888 permitió que su contenido fuera reflejando el profundo cambio que la preparación científica de Cajal experimentó a lo largo del lustro. En el primero, la orientación dominante era todavía la procedente de Maestre de San Juan y de la escuela parisina de Ranvier, aunque ya tenían cierto peso las aportaciones alemanas. Éstas fueron creciendo en importancia a partir de los capítulos sobre citología, que estaban principalmente fundamentados en la obra de Walter Flemming. En los dos últimos fascículos, dedicados, entre otros temas, al sistema nervioso, expuso ya sus primeros hallazgos importantes de investigador original. Algunas de las observaciones que hizo con motivo de la redacción de su Manual fueron expuestas por Cajal en una serie de siete “notas de laboratorio” aparecidas en 1886 y 1887 en revistas médicas valencianas. Se refieren a detalles concretos de los tejidos epitelial, cartilaginoso, óseo y muscular y, en su mayor parte, responden a un enfoque anatómico comparado. Las traducciones francesas de tres de ellas, relativas a las células epiteliales de algunas mucosas y a las fibras musculares de las patas y alas de los insectos, fueron los primeros trabajos que publicó en el extranjero. Aparecieron en 1886 y 1888 en la revista que dirigía Wilhelm Krause, director del Instituto Anatómico de Göttingen e importante histólogo.

Tras estos trabajos, Cajal encontró el camino que conduciría a su gran obra científica. En 1887 fue nombrado miembro de un tribunal de oposiciones a Cátedra y residió unos días en Madrid, que aprovechó para visitar los principales laboratorios micrográficos allí existentes. Estuvo, por supuesto, en el de la Facultad de Medicina, con Leopoldo López García y el propio Aureliano Maestre de San Juan, a quien pocos meses después dejaría ciego un desgraciado accidente de laboratorio. También fue al laboratorio de Federico Rubio e, incluso, al instalado en el Museo de Historia Natural bajo la dirección del biólogo Ignacio Bolívar. No obstante, la visita que influyó decisivamente en su trayectoria científica, decidiéndole a consagrarse a la investigación histológica del sistema nervioso, fue la que realizó al laboratorio de Luis Simarro.

“Debo a L. Simarro, el afamado psiquiatra y neurólogo de Valencia —afirmó luego en sus memorias— el inolvidable favor de haberme mostrado las primeras buenas preparaciones con el proceder del cromato de plata, y de haber llamado la atención sobre la excepcional importancia del libro del sabio italiano, consagrado a la inquisición de la fina estructura de la sustancia gris. Merece contarse el hecho, porque sobre haber tenido importancia decisiva en mi carrera, demuestra una vez más la potencia vivificante y dinamógena de las cosas vistas”. Cajal se refería, por supuesto, al profesor de Pavía Camillo Golgi, a su tratado Sulla fina anatomia degli organi centrali del sistema nervoso (1886) y a su método de impregnación cromoargéntica, primera técnica que permitía teñir de modo preciso y selectivo las células nerviosas y sus prolongaciones. “A mi regreso a Valencia —continúa diciendo en sus Recuerdos—decidí emplear en grande escala el método de Golgi y estudiarlo con toda la paciencia de que soy capaz. Innumerables probaturas, hechas por Bartual y por mí, en muchos centros nerviosos y especies animales, nos convencieron de que el nuevo recurso analítico tenía ante sí brillante porvenir”. Estos ensayos con su discípulo Juan Bartual Moret —que luego sería el primer catedrático de Histología de la Universidad de Valencia— quedaron interrumpidos por su traslado a finales de aquel mismo año a Barcelona.

Simarro fue el segundo y principal maestro de Cajal, ya que siguió en continua relación con él, a pesar de la tensión circunstancial que se produjo entre ambos con motivo de las oposiciones de 1892 a la Cátedra de Histología de Madrid. Le comunicó regularmente el resultado de sus trabajos, que volvieron a influir decisivamente en la obra de Cajal durante los años de transición del siglo XIX al XX, cuando se planteó la necesidad de conocer la estructura interna de las células nerviosas.

En el mismo año 1877, la histología pasó del doctorado a la licenciatura. De forma inmediata, se dotó la Cátedra de la disciplina en la Facultad de Medicina de Barcelona, a la que se trasladó Cajal el mes de noviembre. La ocupó hasta 1892, fecha en la que ganó las recién citadas oposiciones a la Cátedra de Madrid, que había quedado vacante tras el fallecimiento de Maestre de San Juan. De ella fue titular hasta su jubilación, aunque las condiciones de su trabajo cambiaron notablemente cuando en 1901 se encargó de la dirección del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, fundado por el peso que tuvieron los premios y distinciones internacionales concedidos a sus contribuciones científicas, que culminaron poco después con la concesión del premio Nobel conjuntamente con Golgi (1906).

En Barcelona, Cajal convirtió el método de Golgi en la primera arma técnica de su obra neurohistológica, sobre todo después de introducir la modificación que denominó “proceder de doble impregnación”, que permitía obtener mejores tinciones. Por otra parte, consideró como “resorte principal” de sus espectaculares descubrimientos la utilización del método ontogénico, es decir, el estudio de los centros nerviosos de embriones de aves y mamíferos, en lugar de comenzar con los animales adultos, como hasta entonces se había hecho. Sobre estas bases, se dedicó a la investigación, “no ya con ahinco, sino con furia”. Su actividad científica durante 1888 y 1889 fue tan intensa que, para dar a conocer sus trabajos, aparte de enviar artículos a diferentes publicaciones españolas y extranjeras, tuvo que editar a su costa una Revista Trimestral de Histología Normal y Patológica, de la que solamente aparecieron tres números. Sin embargo, los diez trabajos que publicó en ella abrieron una nueva etapa en el conocimiento de la estructura del sistema nervioso.

Las investigaciones de Cajal, primero en el cerebelo y a continuación en la retina, la médula espinal y otros territorios, demostraron con datos inequívocos la individualidad de las células nerviosas y la terminación por contacto de sus prolongaciones, desmintiendo de modo terminante la teoría reticular entonces dominante, de la que era seguidor el propio Golgi. Inmediatamente se preocupó de difundir internacionalmente sus hallazgos mediante artículos en revistas extranjeras y, ante la decepcionante acogida que tuvieron, hizo un gran esfuerzo económico para presentarlos en el congreso que la Sociedad Anatómica Alemana celebró en Berlín en octubre de 1889. Allí consiguió convencer con sus preparaciones a Albert von Kölliker, máxima autoridad en el terreno histológico, quien tras realizar trabajos de confirmación, respaldó de modo terminante sus aportaciones. Poco después, casi todos los principales neurohistólogos europeos las asimilaron también y aceptaron la nueva concepción de la estructura del sistema nervioso.

Aparte de proseguir la investigación histológica de diversos territorios nerviosos, Cajal formuló el principio de la “polarización dinámica” de las neuronas, según el cual el impulso nervioso se propaga desde las dendritas al cuerpo celular y desde éste al axón. Lo presentó al Primer Congreso Médico-Farmacéutico Regional celebrado en Valencia en julio de dicho año con el título de Comunicación acerca de la significación fisiológica de las expansiones protoplasmáticas y nerviosas de las células de la sustancia gris y es actualmente considerado un texto clásico crucial de las neurociencias contemporáneas. En marzo del año siguiente ofreció, en una serie de conferencias pronunciadas en la Academia de Ciencias Médicas de Barcelona, una síntesis bajo el título general de Nuevo Concepto de la histología de los centros nerviosos. Su texto fue publicado en varios números de la Revista de Ciencias Médicas de Barcelona y casi inmediatamente se editó una traducción alemana y otra francesa.

Ya en Madrid, Cajal inició el año 1897 la publicación, por una parte, de la Revista Trimestral Micrográfica y, por otra, del gran tratado Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados. La primera se convirtió desde entonces en el principal medio que fue dando a conocer su labor de investigación personal y la de su escuela. Apareció hasta 1901, fecha en la que fue continuada por Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, que se editó con presupuesto oficial a partir de la fundación del centro de este nombre. La Textura del sistema nervioso, que se publicó por fascículos desde 1897 a 1904, fue su libro más importante, “mi obra magna”, según expresión del propio Cajal. Poco después comenzó a publicarse en París la traducción francesa, con el título de Histologie du sytème nerveux de l’homme et des vertebrés (1909-1911). Se trataba de un texto “revisado y puesto al día por el autor”, debido principalmente a la aparición durante el tiempo transcurrido de los llamados métodos de tinción neurofibrilares.

En la transición del siglo XIX al XX había pasado a primer plano el conocimiento de la estructura interna de las células nerviosas, porque se criticó la teoría de la neurona, reformulando la reticular sobre el supuesto de que las neurofibrillas existentes en su interior formaban una red continua. Ante la necesidad de nuevas técnicas que las tiñeran, Cajal volvió a apoyarse en el magisterio de Simarro. En el trabajo Estructura del protoplasma nervioso (1896) recurrió a las “investigaciones de Simarro, [que] son tanto más interesantes, cuanto que han sido hechas en estado fresco a favor de un método especial de aplicación del azul de metileno”.

Un año después, comunicó al neurohistólogo sueco Gustaf Retzius que estaba utilizando otro “método especial” de Simarro, consistente en la “coloración por el ácido ósmico y el ácido pirogálico”. No obstante, el problema se solucionó con un tercero, el “proceder fotográfico” ideado por Simarro, que éste dio a conocer en 1900 en la revista del propio Cajal y que demostró el mes de abril de 1903 en el XIX Congreso Internacional de Medicina celebrado en Madrid. Cajal introdujo una modificación de dicha técnica, el célebre método del nitrato de plata reducido, que utilizó sistemáticamente, logrando mostrar la disposición neurofibrilar en el interior de las células nerviosas, así como desmentir las críticas que, basándose en ella, se habían hecho a la teoría de la neurona. Durante el trienio 1905-1907, Cajal estudió la regeneración y la degeneración de los nervios y de las vías nerviosas centrales. Entre otros hallazgos, demostró que las nuevas fibras aparecidas en el cabo periférico de un nervio cortado son brotes axónicos del cabo central. A partir de 1907, aplicó la misma técnica de tinción a investigaciones comparadas de la textura del cerebro, del bulbo raquídeo y del origen de los nervios motores y sensoriales, así como al análisis de la estructura del núcleo neuronal.

Dos innovaciones técnicas abrieron la última etapa de la trayectoria científica de Cajal; sus métodos del formol-urano y del sublimado-oro (1912-1914). Con el primero consiguió estudiar el aparato endoneuronal de Golgi. Con el segundo, impregnar la neuroglia de tipo protoplasmático, lo que influyó en las investigaciones que sobre la glioarquitectonia realizó después Nicolás Achúcarro, también discípulo de Simarro.

Aunque su temprana muerte en 1916 le impidió desarrollarlas, fueron continuadas por Pío del Río- Hortega, que ideó el método del carbonato argéntico (1917), decisivo para su descubrimiento de la microglía (1919), internacionalmente denominada “células de Hortega”, y más tarde de la oligodendroglía (1921). La importancia de esta contribución, junto a la avanzada edad de Cajal y la personalidad de Río Hortega, fueron las principales circunstancias que condicionaron el choque entre ambos en octubre de 1920, que había sido interpretado de forma arbitraria en los estudios sobre ambos hasta que la publicación de su correspondencia y el detenido análisis de sus publicaciones en dicho momento nos ha permitido conocerlo con precisión.

Como testamento científico de Cajal puede considerarse el capítulo sobre la teoría de la neurona para un volumen, dirigido por Oswald Bumke y Otfrid Foerster, del gran Handbuch der Neurologie, que apareció después de su muerte. El retraso motivó que publicara antes el original castellano en la revista Archivos de Neurobiología, con el título de “¿Neuronismo o reticularismo? Las pruebas objetivas de la unidad anatómica de las células nerviosas” (1933).

Cajal fundó una importante escuela que realizó trabajos de gran relieve sobre diversos capítulos de la histología del sistema nervioso. Sus principales discípulos directos fueron Jorge Francisco Tello, Domingo Sánchez Sánchez, Fernando de Castro y Rafael Lorente de No. Influyó también en Achúcarro y en Río Hortega, a pesar del enfrentamiento recién citado.

La repercusión internacional de su obra, que fue extraordinaria en su época, continúa en buena parte vigente, lo que no sólo se refleja en las numerosas reediciones de obras suyas en diversos idiomas, sino en las elevadísimas cifras de citas que continúa recibiendo en las publicaciones actuales sobre neurociencias y disciplinas afines.

La vida y la obra de Cajal tienen otros aspectos que no pueden ser resumidos aquí. El interés de sus escritos literarios y ensayísticos reside casi exclusivamente en la personalidad del autor. El más notable es, sin duda, la autobiografía Recuerdos de mi vida (1901- 1917). La fotografía fue una afición desde los años jóvenes a la que dedicó varias publicaciones, entre ellas, el libro La fotografía de los colores (1912). Mayor importancia tiene su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias (1897), reeditado después con ampliaciones con el título Reglas y consejos sobre investigación biológica, que asocia una epistemología básicamente positivista con un nacionalismo voluntarista y apasionado. Y, en fin, profeta en su tierra, Santiago Ramón y Cajal tuvo un reconocimiento final en el centenario de su nacimiento al ser agraciado a título póstumo con la merced de marqués de Ramón y Cajal por el entonces Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde, sucediendo enseguida en el mismo su hija María Ramón y Cajal Cornejo.


Publicar un comentario

0 Comentarios