La conciencia que nos distingue y nos atormenta
A diferencia de cualquier otra especie, el ser humano posee una característica única: la conciencia del tiempo y de su propia finitud. Sabemos que existimos, pero también que algún día dejaremos de hacerlo, y ese conocimiento ha moldeado toda nuestra cultura, nuestras creencias y nuestra manera de vivir.
Los animales pueden sentir miedo o instinto de supervivencia ante el peligro, pero no poseen una comprensión abstracta de la muerte como evento inevitable. En cambio, nuestra mente —capaz de proyectarse en el futuro— nos permite anticipar lo que aún no ha ocurrido, y con ello, reflexionar sobre el final de la vida.
Esa capacidad ha sido motor de la filosofía, el arte, la religión y la ciencia, pero también fuente de ansiedad existencial.
Saber que el tiempo es limitado nos impulsa a buscar sentido, a dejar huella y a construir algo que trascienda nuestra propia existencia.
Paradójicamente, somos mortales que anhelan la eternidad, y en esa contradicción reside gran parte de lo que significa ser humano.
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