La percepción del tiempo cambia con la edad
A todos nos ha pasado: los veranos de la infancia parecían eternos, y ahora los años se nos escapan entre los dedos. Pero no es solo una sensación: nuestro cerebro realmente percibe el paso del tiempo de forma distinta según la edad.
Cuando somos niños, todo lo que vivimos es nuevo, y el cerebro dedica más recursos a procesar cada experiencia. Cada día está lleno de estímulos, aprendizajes y descubrimientos, por eso el tiempo se “expande” en nuestra memoria.
En cambio, en la edad adulta entramos en una rutina en la que la mayoría de los días se parecen entre sí. El cerebro deja de registrar los detalles y condensa la información, haciendo que los meses —y los años— parezcan pasar volando.
Además, existe una explicación matemática: a los 10 años, un año representa el 10 % de tu vida; a los 50, solo el 2 %. Es decir, cada año vivido se siente proporcionalmente más corto.
Por eso se dice que el secreto no está en detener el tiempo, sino en volver a llenarlo de cosas que merezcan la pena recordar.
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