Cada vez que miramos el reloj damos por sentado que una hora tiene 60 minutos y cada minuto, 60 segundos. Sin embargo, esta división del tiempo no es casual ni moderna, sino que tiene su origen hace más de 4.000 años.
Fueron los babilonios, una de las civilizaciones más antiguas de la historia, quienes utilizaban un sistema de numeración basado en el número 60, conocido como sistema sexagesimal. Este método les resultaba especialmente práctico porque el 60 es divisible por muchos números (2, 3, 4, 5, 6…), lo que facilitaba los cálculos astronómicos y matemáticos.
Gracias a sus avanzados conocimientos sobre el movimiento de los astros, los babilonios aplicaron este sistema a la medición del tiempo y del espacio. Su forma de contar las horas y los ciclos celestes fue adoptada y transmitida a otras culturas, como la griega y la romana, hasta llegar al mundo moderno.
Así, cada vez que consultamos un reloj, seguimos utilizando una lógica creada en la Antigüedad. Un pequeño detalle cotidiano que demuestra cómo muchas de nuestras costumbres actuales tienen raíces históricas profundas y cómo el conocimiento del pasado sigue marcando nuestro presente.
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