El iceberg más grande del mundo, conocido como A-76A, se ha roto y ahora se encuentra a la deriva en el océano Austral, según los reportes recientes. Este iceberg es un fragmento del A-76, un gigantesco bloque de hielo que se desprendió en mayo de 2021 del platforma de hielo Ronne en la Antártida. Este evento de desprendimiento es parte de un fenómeno natural conocido como calving, en el que grandes bloques de hielo se separan de las plataformas glaciares y flotan hacia el mar.
Características del iceberg A-76A
- Dimensiones: En el momento de su desprendimiento, el A-76 tenía una longitud de aproximadamente 170 kilómetros y un ancho de 25 kilómetros, cubriendo un área de más de 4.300 km² (más grande que muchas ciudades o países pequeños).
- Ahora, el fragmento A-76A, el mayor de los que quedan tras la división inicial, sigue siendo de proporciones colosales.
Impacto ambiental y científico
El iceberg se está moviendo por el océano Austral, lo que podría afectar las rutas marítimas o la ecología local. Grandes icebergs pueden influir en las corrientes oceánicas y la salinidad del agua, lo que a su vez impacta la vida marina.
Aunque el desprendimiento de grandes icebergs forma parte del ciclo natural de las plataformas de hielo, la aceleración en el ritmo de estos eventos en las últimas décadas preocupa a los científicos, pues podría estar relacionado con el calentamiento global. El aumento de las temperaturas en la región antártica debilita las plataformas de hielo, haciendo más frecuentes los eventos de desprendimiento.
A medida que el iceberg se derrite, podría liberar grandes cantidades de agua dulce en el océano, lo que puede alterar la salinidad y afectar a especies como el kril, base de la cadena alimentaria de muchas criaturas marinas en la región.
¿Qué sigue para A-76A?
El destino final del iceberg dependerá de las corrientes marinas y la temperatura del agua. Muchos icebergs terminan derritiéndose gradualmente a medida que avanzan hacia aguas más cálidas, mientras otros se fragmentan en bloques más pequeños. Es probable que los satélites continúen monitoreando su trayectoria para evaluar posibles impactos en los ecosistemas y la navegación.
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