Harry Potter y el camino del corazón: La Alianza que transformó el destino
Capítulo 10: El Nombre Perdido
La esfera oscura en la mano de la estatua latía como un corazón enfermo, emitiendo pulsaciones de energía que se extendían por la sala. Harry, Hermione, Ron y Antares sintieron el aire volverse denso, cargado con una presencia invisible que parecía observarlos desde todos los ángulos.
Hermione tragó saliva y extendió una mano temblorosa hacia la esfera.
—No creo que debas tocar eso… —advirtió Ron en voz baja, con los ojos muy abiertos.
—No voy a tocarla… —susurró Hermione, pero su voz carecía de convicción. Algo en la esfera la atraía, como si le susurrara desde el fondo de su mente.
Harry notó su vacilación y la sujetó suavemente por el brazo. —No sabemos lo que es.
Antares permanecía inmóvil, su mirada clavada en la estatua como si viera un espectro de su pasado.
—Ozymandias… —murmuró—. No puede ser…
Harry giró hacia él. —¿Quién era en realidad?
Antares cerró los ojos, como si reunir las palabras le costara un esfuerzo inmenso.
—Ozymandias no era solo un mago oscuro… era un arquitecto del olvido. Un hechicero que dominaba un tipo de magia prohibida, tan antigua que ni siquiera los archivos de Hogwarts la mencionan. No solo abría portales… los creaba.
Hermione sintió un escalofrío en la espalda. —Eso es imposible.
Antares la miró con gravedad. —Eso pensaron quienes intentaron detenerlo. Hasta que fue demasiado tarde.
De repente, un sonido profundo vibró en la sala, como un golpe sordo que resonó dentro de sus cráneos. La esfera negra brilló con más intensidad y la temperatura descendió bruscamente. La estatua pareció estremecerse.
Y entonces habló.
—Mi nombre fue olvidado…
Los cuatro retrocedieron de golpe. La voz no provenía de una garganta humana; era un susurro ancestral, una mezcla de ecos y lamentos entrelazados en una sola entidad.
Ron se aferró a su varita, aterrorizado. —¡Dime que eso no fue la estatua!
Pero la voz continuó, ignorándolos.
—Me enterraron en las sombras. Sellaron mi legado. Pero la memoria es un río… y todo lo que se sumerge… tarde o temprano… regresa.
Las runas en las paredes comenzaron a resplandecer con un rojo oscuro, pulsando al ritmo de la voz.
Harry apretó los dientes. —No puede ser él… Ozymandias está muerto.
La estatua inclinó la cabeza levemente.
—¿Muerto? —El eco de la risa llenó el espacio, como un trueno distante—. ¿Acaso el tiempo mata a una idea?
Hermione dio un paso atrás, sintiendo que la magia en el aire se volvía más densa. —Tenemos que irnos. Ahora.
Pero antes de que pudieran moverse, la esfera en la palma de la estatua se rompió.
Un vórtice oscuro emergió de su centro, expandiéndose con una fuerza devastadora. Las paredes temblaron, el suelo se agrietó y, desde la oscuridad, figuras comenzaron a surgir.
Sombras humanoides con cuerpos difusos y rostros que se desvanecían y reconstruían constantemente. No eran completamente corpóreas, pero tampoco etéreas. Eran algo intermedio. Algo que no pertenecía a este mundo.
Y estaban despertando.
—¡Corran! —gritó Antares.
Ron fue el primero en reaccionar, tirando de Hermione y echando a correr hacia el pasillo por donde habían llegado. Harry y Antares lo siguieron de cerca, con la sensación de que las sombras los estaban alcanzando con cada latido.
El túnel comenzó a cerrarse tras ellos, las piedras cayendo como si la misma cueva quisiera tragárselos. El aire se volvió gélido, y la sensación de ser arrastrados hacia algo inimaginable se intensificó.
Y entonces, en el último segundo antes de que la entrada colapsara completamente, una voz se filtró entre los muros:
—El primer portal ha sido abierto… y yo regreso.
Luego, la oscuridad los envolvió.
…
Cuando Harry abrió los ojos, sintió un mareo abrumador. El aire ya no estaba cargado de magia opresiva, sino que era fresco y real. Su vista tardó unos segundos en enfocarse, pero cuando lo hizo, su corazón se detuvo por un instante.
Estaban de vuelta en el bosque.
La caverna había desaparecido.
Hermione, Ron y Antares estaban tendidos en el suelo cerca de él, despertando lentamente.
Ron fue el primero en hablar. —¿Qué… qué acaba de pasar?
Hermione miró a su alrededor, pálida. —No lo sé. Pero esa caverna… el portal… todo se ha desvanecido.
Harry se puso de pie, todavía tambaleante. Algo estaba mal. El bosque se veía diferente. La luna seguía en el cielo, pero su luz era más tenue.
Antares, con la mirada oscura, se acercó a una roca y pasó la mano sobre ella.
—No hemos salido de la caverna.
Ron frunció el ceño. —¿De qué hablas? ¡Estamos en el bosque!
Antares negó lentamente. —No. Estamos en su bosque.
El silencio fue absoluto.
Hermione sintió que el aire se volvía más pesado. —No… no puede ser…
Harry miró los árboles con más atención, y entonces lo notó. Las sombras eran demasiado densas. Los árboles parecían más torcidos, como si estuvieran deformados por el paso del tiempo.
Y en la distancia, en medio de la maleza, una figura encapuchada los observaba.
Cuando la luna la iluminó por un instante, Harry sintió el suelo hundirse bajo sus pies.
Era la misma figura de la estatua.
La voz de Ozymandias resonó en sus mentes, burlona, triunfante.
—Bienvenidos a mi dominio.
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