✍️ Tomeu Pizá — Abogado, Economista y Profesor/
Resulta abrumador leer en Última Hora el artículo de Pedro Antonio Pons, abrumador y cansino. Se pasa el rato rellenando líneas insultando a una parlamentaria de un grupo político, que, seguramente, le ha aguado el cargo que Armengol le tenía prometido por sus repetidos alegatos sobre la lengua de los mallorquines, como bien dice: “la lengua de tus padres, la lengua de tus hijos”.
Ignora que su estrepitoso artículo no asusta a nadie, que esta lengua a la que se refiere es la lengua de una gramática que normalizó el léxico mucho antes que lo hiciera Pompeu Fabra, con una lengua catalana que nada tiene que ver con el catalán. Para comparar, escuchar a Silvia Orriols y comparar las palabras que afloran de la boca bajo el flequillo de Salvador Illa en un pésimo catalán. Todo un show.
Cita ese Pedro Antonio a las universidades de Harvard y Cambridge, omite las de Cataluña y su extensión en la Balear, o sucursal. Está claro que estas nobles instituciones no tomarían a nadie por demente y medio idiota. Aún hay clases, Pedro Antonio. A ciertos niveles existe algo que se denomina RESPETO; la influencia francesa de siglos anteriores confiere a los británicos y posteriormente a los italianos un refinado savoir-faire. Tampoco la etiquetarían como mentirosa tóxica. Sencillamente, porque no se pretende sustituir ninguna lengua. Esto aconteció aquella fecha en que se aprobó por unos desalmados políticos pancatalanistas, plasmando en el Estatuto de nuestras antiguas islas Gimnésias y Pitiusas toda una puñalada trapera. Deleznable.
Los mallorquines preferíamos ir a pescar o a cazar, pasear con nuestros padres y amigos, leer las Rondallas (las auténticas, sin catalanizar), acudir al velódromo, recordar al general Weyler, a Maura, Darder, Guillermo Timoner, Pep Amengual, aplaudir en los partidos del Baleares, Mallorca, Constancia, etc. Confiábamos en nuestros políticos. En nuestros periodistas. Eran de fiar. Así nos enroscaron un Estatuto de la mano del heredero de los Bearn, políticos campesinos y otros repatriados de su antiguo destino al que habían emigrado y no triunfaron. Éstos sí eran unos aprovechados, oportunistas y gandules, vendidos a los intereses y fantasías de unos hipotéticos países, que ni tenían cultura, ni raíces hispanas ni ibéricas, más bien galas y occitanas.
Arremeter contra todos los políticos que no son de su misma cuerda, con tanta falsedad y maquinación, bajo el paraguas de un diario que más bien parece una hoja dominical de parroquia provinciana, de pueblo o de un simple oratorio, resulta ridículo, máxime cuando la lengua de nuestros padres y de nuestros hijos ha sido siempre la del antiguo Reino de Mallorca, que surgió de la hablada por los romanos de Cecilio Metelo, mezclada con lo que se hablaba por parte de los nativos, que de haberlos, los había, enriquecida con la aportación de los ilustrados moros y árabes. Basta recordar a Jafuda Cresques y su hijo, al ilustre e iluminado mallorquín Ramón Llull, nacido en aquella Madina Mayurqa en lo que actualmente es la Plaza Mayor de Ciutat.
Por mucho que argumenten que es catalán, por mucho que repitan aquello de la conquista por un reino “catalano-aragonés” —que ni siquiera merece escribirse con mayúscula—. Todo falsedades. Y ahora, el espabilado de turno, reincidente por más señas, sale esgrimiendo insultos a diestro y siniestro, con descalificaciones y todo lo que agarre a su paso, porque le faltan fuentes arqueológicas, crónicas medievales, registros ancestrales, en un muy antiguo mallorquín. Evita hablar de registros en la RAE, certificados AENOR, etc.
Los miembros de la RAE, en reunión plenaria publicada en el Boletín Oficial de la RAE de septiembre - noviembre de 1959, reconocen la categoría de lengua al mallorquín/balear y al valenciano.
Quien hace daño a los mallorquines son individuos a sueldo del falso catalanismo, aquel que huyendo del noreste peninsular quiere establecerse en Baleares, borrando su lengua y sus modalidades isleñas, el Baléà. Cabría recordarle que a una cultura no la mata ni Dios. Menos insultando, imponiendo tantas falsedades a la Historia, etc. No es propio de ninguna universidad, por muy popular que sea.
Quienes vendieron sus padres e hijos fueron los desalmados políticos que firmaron el Estatuto de Autonomía Balear aquel 25 de febrero de 1983. De lo contrario, Pedro Antonio, aquí se hablaría y escribiría el Baléà. No hablaríamos de “llengua” ni de “llenguanissa”, mucho menos impondríamos exigencias para trabajar. De hecho, ni en el siglo XIII ocurrieron estos desmanes, eso que en Madina Mayurqa convivían moros y cristianos, judíos, putas y piratas. Incluso en Marsella, otro de los grandes puertos del Mediterráneo, tenían más conflictos que en el nuestro.
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