✍Francisco José Castillo Navarro, Director General del Grupo Periódico de Baleares, Presidente Fundador de AMC/
Hace 28 años, el 10 de julio de 1997, ETA secuestraba a un joven concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco —solo por mirar por el bienestar de su pueblo. Tres miembros de la banda terrorista ETA, exigieron a cambio de su libertad, el acercamiento de todos los presos de la organización terrorista a las cárceles del País Vasco. El secuestro generó una importante reacción social en contra de ETA. Dos días después, se convocó en Bilbao una manifestación contra el secuestro de Blanco. Fue la mayor manifestación contra ETA de la historia, reuniendo hasta 500.000 personas. También hubo manifestaciones en San Sebastián, Vitoria, Madrid, Barcelona, Zaragoza y otras ciudades. En total, alrededor de 2,5 millones de personas participaron en alguna manifestación contra el secuestro.
Ante la negativa del Gobierno central a negociar con la banda terrorista ETA, Blanco fue ejecutado y tiroteado en una pista forestal cerca de la localidad de Lasarte a la tarde del 12 de julio. Fue encontrado con vida, pero murió en la madrugada del día 13.
España tembló al conocer su destino: dos tiros en la nuca, ejecución fría y cobarde, su único “delito” fue defender la convivencia. Aquellos días, las calles del País Vasco y el resto de España resonaron con un grito unánime: “¡Por Miguel Ángel!”. Un pueblo unido, una sociedad que rompió el miedo y gritó ¡basta ya!, contra la dictadura terrorista.
ETA suma 777 asesinatos, miles de heridos y desaparecidos. La memoria de Miguel Ángel sigue siendo un símbolo del coraje de quienes se atrevieron a decir “no más”. Como recuerda la Fundación Miguel Ángel Blanco, su secuestro y muerte marcaron “un símbolo de lucha contra el terrorismo”. En Zaragoza, frente a su monolito, la voz del presidente aragonés resonaba: “no vamos a tolerar que se juegue con los principios de nuestra democracia”. Porque no se trata sólo de recordar el pasado: es una advertencia al presente.
EH Bildu y la impunidad: la herencia criminal que flota en el Congreso
Mientras tanto, veo con el corazón roto cómo los herederos de la barbarie pasean con impunidad. EH Bildu, brazo político de quienes guardaron zulos a personas, pusieron bombas, no ha condenado con claridad ni el secuestro ni el asesinato de Miguel Ángel. Su presencia gira libre en el Congreso, con la mano extendida del PSOE, que se afana en mantenerles como apoyo parlamentario.
El presidente del PP, Feijóo, les desafió a pedir perdón ante el monumento de Ermua: “¿Lecciones de pacifismo? Vengan y pidan perdón”. Mientras, dirigentes populares exigen que 16 000 colegios enseñen la historia criminal de ETA para que los jóvenes sepan que aquellos no fueron ideales que murieron, sino asesinos. Y en Aragón, opositores al pacto PSOE–Bildu advierten: “la normalización de una ideología criminal va camino de conseguir mayores cotas de gobierno”.
El Sanchismo: un partido a la sombra de pactos indignos
¿Puede un partido que presume de democrática tolerancia convivir con los que justificaron la violencia, encubrían a los terroristas y aún hoy no depone su siniestro manto?
Pedro Sánchez, ha decidido abrazar a EH Bildu a cambio de votos. Lo hizo tras las elecciones de 2023. Su grupo parlamentario incluso adscribió, con ominosas resonancias, el lema “¡Que te vote Txapote!” —un vocablo espeluznante, rescatado de las entrañas del terror.
Marimar Blanco, la hermana de Miguel Ángel, lo dice con el dolor tatuado en la voz: “el PSOE vive de rodillas ante Bildu… convierte la humillación en negociación… pactos de la vergüenza”. Y así el desprecio cobra forma política, mientras muchos que defendieron la unidad democrática ahora estrechan lazos con Otegi como si fuera un compañero de viaje honorable.
Reconozco mi emoción, y mi rabia
Reconozco que al escribir este artículo me emociono, recordando que cuando me dijeron que lo habían matado, a Miguel Ángel, empecé a llorar, como si de un familiar o amigo se lo hubieran hecho. Uff, qué tristeza e indignación.
Y ahora vemos cómo los herederos de ETA, EH Bildu, se pasean con total impunidad, riéndose de esta barbarie, gracias sobre todo a Pedro Sánchez, de este partido que ya no es el PSOE, es el Sanchismo. Así como decían del dictador Franco, el Franquismo. Y sus socios independentistas y de mal vivir. Recordando que aquí en Baleares, el partido Més per Mallorca, se siente orgulloso de tener lazos con EH Bildu.
Dime con quién te juntas y te diré quién eres. Los que me conocen saben que tengo pocos amigos, pero los que tengo son personas íntegras y de honor.
¿Qué queda del compromiso moral del PSOE?
Fuera retoques constitucionales, mascaradas mediáticas o rebajas simbólicas de condena. La pregunta desgarradora es: ¿qué queda del PSOE que un día dijo “con Bildu no vamos a pactar”? Aquella unidad cívica de Ermua que dejó claro que la memoria no se negocia, ahora se traga con una sonrisa hipócrita en Ferraz.
Este partido, que sufrió asesinatos de compañeros por parte de ETA, parece haber olvidado el dolor de aquellos muertos. Patxi López, que llevo féretro de un compañero asesinado por ETA, osa estrechar la mano de Otegi y otros dirigentes de EH Bildu. La dignidad no se impone con gestos festivos, sino con firmeza y coherencia.
Un llamado a la conciencia
En este 28º aniversario, no es suficiente rememorar ni homenajear. Debemos exigirle al PSOE y a Sánchez que levanten la vista del tablero político y miren a los ojos de la historia: la memoria de Miguel Ángel Blanco no puede ser el peaje para conservar una mayoría parlamentaria. No pueden seguir cruzando la línea que separa el Ejecutivo de la vergüenza moral.
Como ciudadanos, tenemos una deuda ineludible: no permitir que se reescriba la historia, no callar cuando se legitima el mal, y alzar la voz hasta que cada voto con Bildu se convierta en un puñal retraído en el corazón de la democracia.
Porque los asesinos no merecen partidos políticos, y los terroristas, ni ahora ni nunca, deben tener cómplices. La memoria de Miguel Ángel y de todas las víctimas exige algo más que palabras: exige arrepentimiento, exige dignidad, exige honor político.
FJCN








