El sello natural que nos distingue del resto del mundo
Las huellas dactilares son uno de los rasgos más asombrosos del cuerpo humano. Ninguna persona —ni siquiera los gemelos idénticos— comparte el mismo dibujo en las yemas de los dedos.
Estas marcas se forman cuando el bebé aún está en el vientre materno, alrededor del sexto mes de gestación, y permanecen invariables durante toda la vida.
Su función principal no es solo identificarnos. En realidad, las huellas tienen una utilidad biológica: los surcos y espirales de la piel aumentan la fricción, lo que nos permite agarrar objetos con mayor precisión y sensibilidad táctil.
La disposición de estas líneas depende de una combinación única de factores genéticos y ambientales, como la presión del líquido amniótico o el movimiento del feto. Por eso, incluso los hermanos pueden tener patrones completamente distintos.
Gracias a su singularidad y permanencia, las huellas dactilares se convirtieron en una herramienta fundamental en la ciencia forense, la seguridad y la identificación personal desde hace más de un siglo.
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