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La primera Dama (de Sánchez)


Begoña Gómez
, esta señora impregnada de su condición de primera dama que no comprende la persecución judicial por una serie de delitos que abarcan desde el tráfico de influencias, intrusismo profesional, malversación de caudales públicos, apropiación indebida, etc.; se niega a declarar ante una comisión, atribuye su imputación penal a un simple politiqueo, creyéndose arropada por su falso estatus, seguramente no habría tenido este trato favorecedor de haber estado casada con el panadero del pueblo.

Dudo también que en este caso hubiera podido influir en la concesión de presuntos favores a diestro y siniestro. Esta mujer asume una condición representativa y de protagonismo como primera dama que no tiene. Se ha visto recientemente en el viaje oficial a la India, ejerciendo un papel más allá de simple consorte, le han otorgado gratuitamente una agenda propia como si de un dignatario político se tratara incluyendo la pompa, suntuosidad y el fausto que tanto agrada a su marido, y ella no desprecia, claro.

Que el Juez retrase la comparecencia para que acompañe a su esposo a la cumbre de G-20 en Brasil, suena a Antiguo Imperio Romano, que hasta Calígula quería nombrar a su caballo Cónsul de Roma. Cierto que la figura de primera dama se da en algunos países, pero no en el nuestro. En todo caso sería su Majestad la Reina, puesto que tiene agenda pública y puede actuar en calidad de representante del país.

Las deidades terrenales no existen, pero casi, por lo que comprobamos. Incomprensiblemente tanta condescendencia, mimo y tolerancia, no pasa factura a sus protagonistas, de momento. Es de suponer que, en una democracia, las Instituciones funcionen y en España no se nota. Ha llegado el momento de deshacer entuertos exigir la presencia de la ética y responsabilidad en todas las actividades públicas de nuestros poderes, sin excepción. Menos pomposidades, más modestia y sobre todo responsabilidad que buena falta hacen.



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