En algunas regiones extremadamente frías, como Alaska o Canadá, vive un pequeño anfibio llamado rana de bosque (Rana sylvatica), capaz de realizar una hazaña que parece sacada de la ciencia ficción.
Cuando las temperaturas bajan, su cuerpo se congela casi por completo: el corazón deja de latir, la sangre se detiene y los órganos entran en una especie de pausa vital. Durante este tiempo, hasta el 70% de su cuerpo puede convertirse en hielo.
La clave está en un “anticongelante” natural: una alta concentración de glucosa en sus células que impide que el hielo las rompa. Así, la rana soporta semanas inmóvil, enterrada bajo hojas o nieve.
Cuando la primavera llega y el calor derrite el hielo, el corazón vuelve a latir, la sangre fluye y la rana retoma su vida como si nada hubiera pasado.
Un milagro natural que demuestra la increíble capacidad de adaptación de los animales a su entorno.
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