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El remake de “Cómo entrenar a tu dragón”: una adaptación fiel pero innecesaria


 
✍️ Carlos J. Morejón Toymil — Estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual/

La reciente versión en carne y hueso de “Cómo entrenar a tu dragón”, producida por DreamWorks, ha logrado un notable éxito en su semana de estreno, recaudando aproximadamente 252,9 millones de dólares. Este resultado la posiciona como uno de los estrenos más taquilleros de la compañía, situándose en el puesto 96 de los 100 más destacados. La buena acogida ha sido tan contundente que, apenas unos días después, Universal Pictures anunció que ya trabajan en un remake de la segunda película de la trilogía original.

Este éxito, sin duda, refleja una tendencia preocupante en la industria del cine y la animación. La proliferación de remakes en carne y hueso de películas clásicas, en muchos casos resulta innecesaria, puesto que, en esencia, son versiones casi idénticas a las originales. La diferencia radica en la forma, no en el fondo: en la mayoría de los casos, simplemente se repite la misma historia, con ligeros cambios superficiales.

Existen excepciones, como algunos remakes de Disney que buscan ofrecer nuevas perspectivas o reinterpretaciones, ya sea modificando el guion o abordando la historia desde el punto de vista de un personaje diferente, como en “Maléfica”. Sin embargo, los proyectos más exitosos suelen ser los que no aportan nada sustancial, sino que se limitan a copiar y alargar la historia original. Ejemplos claros son el “live action” del “Rey León”, donde los animales parecen tan reales como los dragones de DreamWorks, o la reciente “Cómo entrenar a tu dragón”, que, a pesar de extenderse en duración, no presenta cambios significativos en su narrativa, solo escenas más largas y diálogos extendidos.

Este fenómeno resulta sorprendente: un remake que es prácticamente una copia de una obra estrenada hace 15 años logra un éxito tan grande, incluso superando en recaudación y críticas a la versión original. La pregunta que surge entonces es: ¿por qué? La respuesta más sencilla apunta a que la versión en carne y hueso cuenta con actores reales, lo que parece captar más la atención del público.

Pero esto plantea otra cuestión: ¿por qué los espectadores sienten la necesidad de ver rostros humanos para disfrutar de una película? Al parecer, la mayoría prefiere ver actores en pantalla, lo que genera una brecha entre quienes disfrutan de la animación pura y quienes prefieren el realismo. Si la preferencia por rostros humanos es tan determinante, esto podría ser una señal de que el futuro de la animación enfrenta desafíos importantes.

En definitiva, la tendencia a convertir en carne y hueso obras que originalmente eran animadas, sin aportar una verdadera innovación, parece responder más a una estrategia comercial que a una necesidad artística o narrativa. Y si esta tendencia continúa, no parece haber un camino claro hacia un futuro en el que la animación siga siendo valorada por su creatividad y originalidad.


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Descubre las críticas y reflexiones de Carlos J. Morejón, estudiante de periodismo, apasionado por el séptimo arte.
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